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Actualizado: 21 de julio de 2025


Afecté no advertirlo y, envolviéndome en una nube de humo, comencé a hacerle preguntas con fingida indiferencia. D. Sabino estaba con tantas ganas de servirme, que se pasó de amable. También daba feroces chupetones al cigarro para disimular su turbación, que no tardó en desaparecer. Me enteró de todo lo que quise y no quise saber.

Comenzaba a sentir la tristeza del desaliento, cuando de pronto hizo un gesto de satisfacción. ¡No habérsele ocurrido antes!... Ella le esperaba en su camarote; no había duda posible. Luego de mirar otra vez en torno de él para convencerse de que nadie podía espiarle, avanzó por el corredor con fingida indiferencia.

¿Es usted quien ha inventado eso, señorita? preguntó Francisca con fingida dulzura volviéndose hacia la oradora. No Francisca respondió la Roubinet con una modestia tan afectada como la dulzura de Francisca. Esas palabras son de Federico el Grande. ¡Un prusiano!... ¡Qué horror!... ¿Cómo puede usted citar frases de un enemigo de Francia? objetó Francisca lo más seria que pudo.

Las lágrimas, que en amargo tropel se asomaban a los ojos de la enamorada, quedaron detenidas y, fuese máscara del amor propio ultrajado o serenidad fingida, en su cara se dibujó de pronto una calma pasmosa: queriendo aparecer tranquila, se enjugó el llanto con el pañuelo; pero el dolor pudo más, y del pecho se le escapó un sollozo largo y angustioso que parecía quejido de alma moribunda.

Y blandía el librote con fingida cólera. Eché a correr y me refugié en el bosque vecino, un lindo bosque de senderos tortuosos y sombríos, en los que me interné con gran necesidad de estar sola. Aquella prisa por casarme me entristecía. A pesar de toda la bondad de mi padre, temo que mi vida, bruscamente incrustada en la suya, sea para él un estorbo y una carga dura de soportar.

Aquella cara, aquella palidez repentina le dieron a entender que la noche era suya, que había llegado el momento de arriesgar algo. Nunca había desistido de conquistar aquella plaza. ¡No faltaba más! Además, esperaba que la ausencia, la indiferencia fingida y la historia de sus amores con la ministra le prepararían el terreno.

Por lo que le había dicho Catalina, sabía que el aya acogería su proposición con una alegría, si no ruidosa, por lo menos sincera. Sin embargo, su tono familiar y el giro atrevido de sus frases habían asustado a Marta, y, aunque hubiese conservado en sus labios una sonrisa fingida, había en su mirada algo de severo que detuvo a Mathys imponiéndole ser más respetuoso y reservado.

Tampoco admitió el Cigarrero las lisonjas que le prodigaron, lo mismo Enrique que sus amiguitos. Sin echarse por tierra con fingida modestia, supo colocarse en su verdadero sitio, esto es, por debajo de los espadas que entonces llevaban la atención del público, sin traer a cuento sus glorias pasadas o los tiempos en que gozaba de más renombre. Ya soy vieho.

El descarado mentir de su colega provocaba en el magistrado andaluz una indignación a veces fingida, otras real, que siempre alegraba a la compañía.

Mujer, llora y vencerás. El lugar de la acción es Alemania, y el argumento, una contienda fingida entre la hija y heredera del landgrave de Hesse, y sus primos, los príncipes de Lorena. Su plan es muy ingenioso é interesante; pero en su desarrollo se nota ese cálculo frío, y esa falta de movimiento y de poesía, que distingue algunas de las últimas obras de este poeta. Lances de amor y fortuna.

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