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Actualizado: 21 de junio de 2025


Hasta por amor propio quería a toda costa triunfar de Juanita. Ardua era la empresa, pero él no se la figuraba tan ardua. Juanita había coqueteado con él y le había provocado. Era cierto que, cuando la besó en la antesala, ella le rechazó con furia; pero ¿no fue, acaso, furia fingida porque entró don Paco y le vio entrar ella? Don Andrés dio por seguro que fue furia fingida.

Llegaron, volvieron a subir amo y mozo, y, sin volver a despedirse de la Arcadia fingida o contrahecha, y con más vergüenza que gusto, siguieron su camino. Capítulo LIX. Donde se cuenta del extraordinario suceso, que se puede tener por aventura, que le sucedió a don Quijote

Volvió Elisa a Madrid. Vió al Conde en teatros, paseos y tertulias, y halló en él tanta cordialidad y tan amistoso afecto, que tuvo por más cierta que nunca su indiferencia para con ella en punto a los amores. La indiferencia no podía ser afectada o fingida de aquella manera. Esto empezó a herir la vanidad de Elisa.

Inútil es decir que nuestra modista francesa aclimatada en California, habia encontrado un campo mas extenso para sus coqueterías, y que la fingida rivalidad de algunos tunantes de buen humor la ponía en los mas cómicos apuros.

Las negativas rotundas de él y su piloto á los interrogatorios de los carabineros le libraron de nuevas molestias. «No sabían nada; no habían visto nadaEl capitán acogió con fingida indiferencia la noticia de haber sido encontrado en la misma noche el cadáver de un hombre, al parecer alemán, pero sin papeles, sin nada que permitiese su identificación, en un muelle algo lejano del lugar que ocupaba el Mare nostrum.

El cochero de don Agapito los había echado a perder enteramente; sobre todo el Gallardo, el de la izquierda, ¿sabe usted? un poco más obscuro que el otro... Aquél era una cosa perdida. Si cae en otras manos, a estas horas no vale dos pesetas. Hoy es mejor que el otro todavía... Cuestión de paciencia, ¿sabe usted? añadió con fingida modestia.

A mas que la traduccion de esta carta se encuentra fingida con la mas estraña ignorancia i la mas insolente desvergüenza literaria; porque está escrita en un lenguaje bárbaro, confusa mezcla de lengua castellana antigua con moderna, i con un poco de portuguesa i gallega.

Las escenas, en que la fingida aldeana censura las costumbres de la corte, con sencillez aparente y en el lenguaje popular, que imita á la perfección, diciendo la verdad sin ambajes ni rodeos, son de las más bellas que ha sugerido hasta ahora la musa cómica. No hay necesidad de añadir que el Don Pedro verdadero es reconocido como tal, y que se casa con la hija de Don Gómez.

1 El letrado del cielo, de D. Juan de Matos. 2 La más dichosa venganza, de D. Antonio Solís. 3 La fingida Arcadia, de D. Agustín Moreto. 4 Cuantas veo tantas quiero, de D. Sebastián de Villaviciosa y D. Francisco de Avellaneda. 5 La condesa de Belfor, de D. Agustín Moreto. 6 No hay contra el amor poder, de D. Juan Vélez de Guevara. 7 Sin honra no hay valentía, de D. Agustín Moreto.

Aquello le parecía símbolo de su vida: bien claras estaban en ella las señales de su deshonra, los pasos de la traición; aquella amistad fingida, aquel sufrirle comedias y confidencias, aquel malquistarle con el señor Magistral... todo aquello era otra escala y él no la había visto nunca, y ahora no veía otra cosa». «¿Y Ana? ¡Ana!

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