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Actualizado: 29 de noviembre de 2025


Cargamentos enteros de negros arrojados al agua para librarse del crucero que le daba caza; los tiburones del Atlántico acudiendo a bandadas, haciendo hervir las olas con su fúnebre coleteo, cubriendo el mar de manchas de sangre, repartiéndose a dentelladas los esclavos, que agitaban con desesperación sus brazos fuera del agua; sublevaciones de tripulación contenidas por él solo a tiros y hachazos; raptos de ciega cólera en los que corría por cubierta como una fiera; hasta se hablaba de cierta mujer que le acompañaba en sus viajes, la cual, desde el puente, fue arrojada al mar por el iracundo capitán después de una disputa por celos.

Era un águila atlántica majestuosa y fiera, con el perfume salino de la inmensidad y la carne coriácea de la fuerza. Pero los años habían pasado, disolviendo la orgullosa ilusión de la juventud que se considera inmortal, y ahora el ave arrogante del infinito azul se veía obligada á buscar su comida en los excrementos oceánicos amontonados en la costa.

En la vida hay muchos disgustos, es cierto, pero entre unos y otros Dios nos concede algún respiro y si lo aprovechásemos para ser felices, para vivir alegres, acaso las calamidades nos hallaran más fuertes y pudiéramos soportarlas mejor y sabríamos cuando llega la ocasión mostrarnos valerosos como mi hermano, que no ha sido ante su desgracia ni un cobarde ni una fiera

En el pensamiento de los hombres de aquella edad el éxito lo justificaba todo. Menester era, pongamos por caso, de la pasión patriótica de Góngora cuando cantó la Invencible Armada, para que llamase a Isabel de Inglaterra Reina no, sino loba libidinosa y fiera.

Bajábamos los tres en ala y a buen andar, con los perros atados muy en corto, porque a medida que nos acercábamos al peñasco, costaba mucho trabajo contenerlos, y mucho mayor acallar sus latidos. Era plan acordado ya atacar a la fiera en su guarida, entrando por el lado izquierdo de la boca, y no convenía que los perros se nos anticiparan, por razones, que se habían discutido también.

De aldaba Para llamar á la puerta Como miras de esta casa. ¡Espantosa Visión, suelta, que me abrasas, Que me hielas, que me tienes Sin vida, aliento y sin alma! Suelta, suelta, perro; ¿qué es Esto, que de nuevo me espanta La vista? Sangrienta sombra, Que más fiera me amenazas, ¿Quién eres? ¿No me conoces? Ya te conozco; ¿qué extraña Ocasión te trae á verme?

Además, la bravura de los toros y la gran mortandad de caballos había puesto al público de buen humor. Marchó Gallardo hacia la fiera, descubierta la cabeza luego del brindis, con la muleta por delante y moviendo la espada como un bastón. Detrás de él, aunque a una distancia prudente, iban el Nacional y otro torero.

Además, descubrió de pronto que este gladiador, que parecía un gigante en medio del circo, tendiendo la fiera cornuda muerta á sus plantas, apenas sobrepasaba con su cabeza los hombros de ella.

La honra fiera de los abolengos; las riquezas conquistadas en países lejanos y fabulosos; las heroicas aventuras de los hijos de Avila que, ahora mismo, esperados por sus esposas en la quietud de los hogares, guerreaban en las más diversas comarcas del mundo, para aportar algún día a su nido roquero la presa de gloria: he ahí las diversas expresiones de todo aquel blasonado granito que sus ojos contemplaban sin fatigarse.

Era menester más dominio sobre la natural condición para vencer en esta lucha que el del esparciata que sin verter una lágrima y sin lanzar un quejido se dejó desgarrar el cuerpo por las uñas de una fiera. Ni enojo, ni envidia, ni celos, ni amor se propuso mostrar el P. Enrique, sino amistad finísima e inalterable como siempre.

Palabra del Dia

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