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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Creo oportuno hacer sensible por un cuadro la geografía política de la República desde 1822 adelante, para que el lector comprenda mejor los movimientos que empiezan a operarse. Unidad bajo la influencia de Quiroga. Jujuy. Salta. Tucumán. Catamarca. La Rioja. San Juan. Mendoza. San Luis. Federación bajo el pacto de la Liga Litoral. Corrientes Ferré. Buenos Aires. Rosas. Federación Feudal.
Horace Mann el prólogo en que explica esta génesis de sus ideas. Así resulta en nuestra historia este aparente absurdo: que los caudillos «federales», dominados por Rosas, rehicieron la «unidad» argentina, rota por los unitarios quiméricos de 1826, y que los emigrados «unitarios» promulgaron la «federación», al regresar al país después de Caseros.
Aquel estado de transición se llama federalismo; y después de toda revolución y cambio consiguiente de autoridad, todas las naciones tienen sus días y sus intentos de federación. Me explicaré. Arrebatado a la España Fernando VII, la autoridad, aquel hecho permanente deja de ser, y la España se reúne en juntas provinciales que niegan la autoridad a los que gobiernan en nombre del rey.
Cuerpo hay al frente de Montevideo que no conserva hoy un soldado y sólo dos oficiales de los que lo compusieron al principio. La población argentina desaparece, y la extranjera ocupa su lugar en medio de los gritos de la mazorca y de la Gaceta: ¡Mueran los extranjeros! Como la unidad se realiza gritando: ¡Mueran los unitarios! Como la federación ha muerto gritando: ¡Viva la federación!
La República se divide en provincias, no por las antiguas intendencias, sino por ciudades: federación de las ciudades. No es que la palabra federación signifique separación, sino que, dada la separación previa, expresa la unión de partes distintas.
La unidad de la República se realiza a fuerza de negarla; y desde que todos dicen federación, claro está que hay unidad. Rosas se llama encargado de las Relaciones Exteriores de la República, y sólo cuando la fusión está consumada y ha pasado a tradición, a los diez años después, don Baldomero García en Chile cambia aquel título por el de Director Supremo de los asuntos de la República.
No bien se recibe Rosas del Gobierno en 1835, cuando declara, por una proclamación, que los impíos unitarios han asesinado alevosamente al ilustre general Quiroga, y que él se propone castigar atentado tan espantoso, que ha privado a la Federación de su columna más poderosa. ¡Qué!... decían abriendo un palmo de boca los pobres unitarios al leer la proclama ; ¡qué!... Los Reinafé, ¿son unitarios? ¿No son hechura de López? ¿No entraron en Córdoba persiguiendo el ejército de Paz? ¿No están en activa y amigable correspondencia con Rosas? ¿No salió de Buenos Aires Quiroga con solicitud de Rosas? ¿No iba un chasque delante de él, que anunciaba a los Reinafé su próxima llegada? ¿No tenían los Reinafé preparada de antemano la partida que debía asesinarlo?... Nada; los impíos unitarios han sido los asesinos, ¡y desgraciado el que dude de ello!... Rosas manda a Córdoba a pedir los preciosos restos de Quiroga, la galera en que fué muerto, y se le hacen en Buenos Aires las exequias más suntuosas que hasta entonces se han visto; se manda cargar luto a la ciudad entera.
Haría falta una obra de los desengañados, una unión de las separadas, una liga contra los divorcios, una federación de celosas, y qué sé yo cuántas cosas más... ¿Tiene usted una asociación contra el celibato obligatorio?... Pues sería de primera utilidad.
En cambio, sabe usar de las palabras y de las formas que satisfacen la exigencia de los indiferentes. Los salvajes, los sanguinarios, los pérfidos, inmundos unitarios, el sanguinario duque de Abrantes, el pérfido ministro del Brasil, ¡la federación!, ¡el sentimiento americano!, ¡el oro inmundo de Francia, las pretensiones inícuas de la Inglaterra, la conquista europea!
He señalado esta circunstancia de la posición monopolizadora de Buenos Aires, para mostrar que hay una organización del suelo tan central y unitaria en aquel país, que aunque Rosas hubiera gritado de buena fe ¡federación o muerte!, habría concluído por el sistema unitario que hoy ha establecido.
Palabra del Dia
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