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Actualizado: 1 de junio de 2025


-Nunca los cetros y coronas de los emperadores farsantes -respondió Sancho Panza- fueron de oro puro, sino de oropel o hoja de lata.

Dedúcese de lo expuesto que los contrafazedores provenzales, ya como farsantes, ya como actores mímicos de poesías épicas y líricas, ofrecen siempre grande importancia al tratarse de la historia progresiva del teatro moderno, y que los literatos, que, como Moratín, niegan á los provenzales influjo alguno en el desarrollo del drama, no han estudiado á fondo su desenvolvimiento sucesivo.

El egregio poeta Gil Vicente había compuesto un auto alegórico y mitológico para celebrar la boda de la Infanta y desearle toda ventura en su viaje a los Estados de su esposo. El auto se representó en palacio con gran lujo y primor en los adornos y vestimentas de cuantos farsantes figuraron en él.

Confesóme que los farsantes que hacían comedias todo les obligaba a restitución, porque se aprovechaban de cuanto habían representado, y que era muy fácil, y que el interés de sacar trescientos o cuatrocientos reales les ponía aquellos riesgos; lo otro, que como andaban por esos lugares, les leían unos y otros comedias: «Tomámoslas para verlas, llevámonoslas y con añadir una necedad y quitar una cosa bien dicha, decimos que es nuestra». Y declaróme como no había habido farsante jamás que supiese hacer una copla de otra manera.

Y, por acabar, llegué al postrer capítulo, que decía así: «Pero advirtiendo con ojos de piedad a que hay tres géneros de gentes en la república tan sumamente miserables que no pueden vivir sin los tales poetas, como son farsantes, ciegos y sacristanes, mandamos que pueda haber algunos oficiales públicos de esta arte, con tal que puedan tener carta de examen de los caciques de los poetas que fueren en aquellas partes, limitando a los poetas de farsantes que no acaben los entremeses con palos ni diablos, ni las comedias en casamientos, ni hagan las trazas con papeles o cintas, y a los de ciegos, que no sucedan en Tetuán los casos, desterrándoles estos vocablos: cristián, amada, humanal y pundonores; y mandándoles que, para decir la presente obra, no digan zozobra, y a los de sacristanes, que no hagan los villancicos con Gil ni Pascual, que no jueguen del vocablo, ni hagan los pensamientos de tornillo, que mudándoles el nombre, se vuelvan a cada fiesta.

Largo tiempo hacía, que, así en Grecia como en Roma , el pueblo en las calles y los grandes en sus palacios, favorecían á farsantes y bufones; ricos particulares llamaban á los actores á sus casas para celebrar fiestas, en las cuales se recitaban á veces pasajes de comedias y tragedias, y otros dramas enteros ; romanos principales mantenían en sus palacios mímicos que los acompañaban en sus viajes , y en las festividades más solemnes nunca faltaban en Roma bailes pantomímicos . Estas representaciones aisladas, á las cuales no asistía todo el pueblo, sino sólo el populacho en las calles ó los ricos en sus palacios, se fueron haciendo exclusivas en los últimos tiempos de los emperadores.

Era necesario que entrara el monstruo de naturaleza y se alzara con la monarquía cómica, que avasallara y pusiera debajo de su juridición a todos los farsantes, y llenara el mundo de comedias, en que relumbran los dones preciosísimos de su genio, para que quedara fundado el teatro español.

Terribles son los actos publicos. ¡Como se cortan los brios, como enmudecen las lenguas, y se estrechan los corazones en ellos! ¿Puedese considerar en el mundo gente tan idiota y que tanto yerre como los farsantes? No, por cierto; pues hombres muy entendidos y cortesanos se burlan en su presencia, y apenas tiene animo para articular las vozes.

Don Pablo refiere, en el cap. 22 de esta novela picaresca, lo siguiente: «En una posada topé una compañía de farsantes que iban á Toledo: llevaban tres carros, y quiso Dios que entre los compañeros iba uno que lo había sido mío del estudio en Alcalá, y había renegado, metídose en el oficio, díxele lo que me importaba el ir allá y salir de la Corte; y apenas el hombre me conocía con la cuchillada y no hacía sino santiguarse, per signum crucis.

Este levantó algún tanto más el adorno de las comedias, y mudó el costal de vestidos en cofres y en baúles: sacó la música, que antes cantaba detrás de la manta, al teatro público; quitó las barbas de los farsantes, que hasta entonces ninguno representaba sin barba postiza; y hizo que todos representasen á cureña rasa, si no era los que habían de representar los viejos ú otras figuras que pidiesen mudanza de rostro; inventó tramoyas, nubes, truenos y relámpagos, desafíos y batallas

Palabra del Dia

rigoleto

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