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Actualizado: 10 de junio de 2025


¡Hola! ¿ aquí? gritó Mistral, arrojándoseme de un salto al cuello. ¡Qué buena idea has tenido de venir!... Justamente, hoy es la fiesta de Maillane. Tenemos la música de Aviñón, toros, procesión, farándula; esto será magnífico... Mi madre volverá pronto de misa, almorzaremos y, después, a ver cómo bailan las muchachas bonitas.

Los porteros, con aire de viejos gendarmes, formaban en masa heroicamente para rechazar con sus pechos, sus panzas y sus puños la farándula revoltosa que pretendía introducirse en el solemne palacio.

Sería bonito huir, romper lo ordenado, entregarse á la atracción de esos horizontes donde la diosa Aventura celebra diariamente, en la vaguedad ondulante de todos los caminos, sus ritos de poesía y misterio. Y alucinada por «la alegría que pasa», Margarita Brunet, sin despedirse de nadie y sin amar á ninguno de sus raptores, siguió á la farándula...

Encareciéronme tanto la vida de la farándula, y yo, que tenía necesidad de arrimo y me había parecido bien la moza, concertéme por dos años con el autor. Hícele escritura de estar con él y diome mi ración y representaciones. Y con tanto, llegamos a Toledo. Diéronme que estudiar tres o cuatro loas y papeles de barba, que los acomodaba bien con mi voz.

Porque entre nosotros, cuando el pueblo está contento, necesita estar siempre bailando, y como por aquellos tiempos las calles de la ciudad eran excesivamente estrechas para la farándula, pífanos y tamboriles situábanse en el puente de Aviñón, al viento fresco del Ródano, y día y noche se estaba allí baila que bailarás. ¡Ah, qué dichosos tiempos, qué ciudad tan feliz!

Unos cuantos instrumentos de cobre rugían la Marsellesa, y la muchedumbre, siguiendo las banderas de los países aliados, daba vueltas en torno del «queso», como las falenas alrededor de la luz, no queriendo salir de la plaza. De pronto se había formado una larga línea danzante, una farándula, que empezó á correr y saltar, agrandándose en cada una de sus contorsiones.

Hay que querer, con cariño fetiquista, esa vida, bella y ridícula á la vez, de la farándula; hay que sentir la majestad de los escenarios, la religión de sus pobres paredes de trapo, de sus bambalinas, de sus cielos de gasa, de sus árboles pintados, de sus montañas y de sus bosques druídicos, fabricados con madera y cartón, de «sus multitudes» que rugen, obedeciendo á una señal, entre la obscuridad de los bastidores; y hay que amar también á ese tipo extraño, compuesto de docilidad y de orgullo, de fatuidad y de sencillez, indomable á ratos y á ratos también manejable y candoroso como un niño, que se llama actor.

En la plaza, frente al cafetín donde Mistral pasa las veladas jugando su partida con su amigo Zidore, habían encendido una hermosa hoguera... Organizábase la farándula.

Momentos son estos de grave inquietud y trasiego para los servidores de la farándula: en las terrases de los cafés cosmopolitas del Boulevard, como en los aireados «mentideros» de la calle de Sevilla, por la tarde, y de la Puerta del Sol, á última hora de la noche, las buenas y las malas noticias revuelan como bandada de pájaros sobre bancal de trigo, las discusiones de los descontentos arrecian, y las ofertas de empresarios fantásticos llueven que es bendición para desvanecerse horas después como por ensalmo diabólico.

EN los banales y sutiles ajetreos de la farándula política, en que el favoritismo se yergue en divinidad sobre su propia bahorrina, es edificante la evocación de un episodio hondo de desolación inquietante y cruel, de la vida extraña de aquel inadaptable genial, de «aquel celeste Edgardo» cuyo nombre figura en esa fúnebre antología de anormales y degenerados entre los otros grandes locos: Nietzsche y Baudelaire.

Palabra del Dia

lanterna

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