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Actualizado: 16 de julio de 2025
No llores, Anís le dijo Paca , no llores y te daré dos castañas que tengo en la faltriquera. ¿De verdad? preguntó Anís. Paca sacó las castañas y se las dio; y en lugar de lágrimas se vieron tan luego brillar a la luz de la llama dos hileras de blancos dientecitos en el rostro de Anís.
Sacó Sancho cuatro cuartos de la faltriquera y dióselos al mochacho por la jaula, y púsosela en las manos a don Quijote, diciendo: -He aquí, señor, rompidos y desbaratados estos agüeros, que no tienen que ver más con nuestros sucesos, según que yo imagino, aunque tonto, que con las nubes de antaño.
Al hallarse de nuevo, sin testigos, don Felipe sacó de la faltriquera un viejo rosario y, besando la cruz repetidas veces, púsose a sollozar como una mujer. El lectoral pasó toda la noche con la pupila abierta en la obscuridad, como un búho. Imposible dormir, y en todo su cuerpo una comezón inusitada. No era la conocida mordedura de las bestezuelas habituales. No.
¡Estás bonita! exclamaba Lola, la mayor de Sobrado . ¡Puerca, babada, te quedarás sin dientes! No me impies chillaba el angelito ; no me impies... voy a chucharme ota ves. Y sacaba de la faltriquera un adarve del castillo de la tarta.
La risa le retozaba en el cuerpo, con los dedos metidos en la faltriquera iba palpando los duros, y de trecho en trecho, temerosa de ser seguida, volvía la cara. Precaución inútil. Don Juan marchaba en dirección contraria, y de tan mal humor, que ni siquiera dirigía una mirada a las mujeres que, al cruzar las calles enlodadas, se recogían las faldas, enseñando algo de lo que a él tanto le gustaba.
Sí; que te quiero mucho, muchísimo dijo la Nela, acercando su rostro al de su amigo . Pero no te afanes por verme. Quizás no sea yo tan guapa como tú crees. Diciendo esto, la Nela había rebuscado en su faltriquera y sacado un pedazo de cristal azogado, resto inútil y borroso de un fementido espejo que se rompiera en casa de la Señana la semana anterior.
Sacó, en esto, de la faltriquera un pañuelo randado, para limpiarse el sudor, que llovía de su rostro como de alquitara, y apenas le hubo visto Cortado, cuando le marcó por suyo; y habiéndose ido el sacristán, Cortado le siguió y le alcanzó en las Gradas, donde le llamó y le retiró a una parte, y allí le comenzó a decir tantos disparates, al modo de los que llaman bernardinas, cerca del hurto y hallazgo de su bolsa, dándole buenas esperanzas, sin concluir jamás razón que comenzase, que el pobre sacristán estaba embelesado escuchándole; y como no acababa de entender lo que le decía, hacía que le replicase la razón dos y tres veces.
Ellos bien debían notar los fieros tragos del caldo y el modo de agotar la escudilla, la persecución de los huesos y el destrozo de la carne. Y si va a decir verdad, entre burla y juego, empedré la faltriquera de mendrugos. Levantóse la mesa, apartámonos yo y el licenciado a hablar de la ida en casa de la dicha. Yo se lo facilité mucho.
Al oír esto solté insensiblemente mi bolsa en mi faltriquera, menos poseído ya de mi ardiente caridad. ¡Es posible! Traiga usted una alhaja. Ni una me queda; tú lo sabes: tienes mi reloj, mis botones, mi cadena... ¡Diez y seis pesos! Mira, con ocho me contento. Yo no puedo hacer nada en eso; es mucho. Con cinco me contento, y firmaré los diez y seis y te daré ahora mismo uno de gratificación...
De todos modos, a fin de precaverle contra el peligro de que don Paco no gustase de ser desengañado, y de que en un instante de celosa locura llegase al extremo de apelar al garrote, don Andrés, que de ordinario no llevaba armas, tomó un pequeño revólver de seis tiros y se lo guardó en la faltriquera.
Palabra del Dia
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