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Actualizado: 16 de junio de 2025


¿Ónde está la carne? pregunta, al cabo, con voz ronca el pescador. La carne... tartamudea su mujer, como ya estaba cerrada la tabla cuando fuí á buscarla, no la traje. ¿El dinero?... el dinero... en la faltriquera. Á ver el dinero, digo, ¡pronto! La interpelada saca, temblando, unos cuartos de su faltriquera, y sin abrir toda la mano, se los enseña á su marido.

Cuando Pablillos volvió a presentarse sin ninguna noticia, su amo le manifestó que se iba a rezar a las cuevas de San Vicente, y encaminose, en efecto, a echarse a los pies de la Virgen de la Soterraña. Al acercarse a la basílica hundió la mano en la faltriquera y extrajo el rosario de quince misterios que le había ofrecido su primer preceptor Fray Antonio de Jesús.

Relojes para un amigo relojero que tengo en Madrid. De comiso dijo el padre y al decir de comiso, cada circunstante cogió un reloj, y metiósele en la faltriquera. Es fama que hubo alguno que adelantó la hora del suyo para que llegase más pronto la del refectorio. Pero señor dijo el francés, yo no los traía para usted... Pues nosotros los tomamos para nosotros.

Díxole Martin: ¡Qué sencillo es vm., si se figura que un criado mestizo, que lleva un millon de duros en la faltriquera, irá á buscar á su amada al fin del mundo, y á traérsela á Venecia; la guardará para , si la encuentra, y si no, tomará otra: aconsejo á vm. que se olvide de Cacambo y de su Cunegunda. Martin no era hombre que daba consuelos.

Pero, si Martín no abría los libros, abría y registraba las conciencias; conocía a sus maestros a fondo, y a don Josef como a su faltriquera. Había descubierto que la condición predominante del carácter de don Josef, era la avaricia, y ponía en juego todos aquellos medios que pudiesen darle por resultado la explotación de este defecto.

Al pensar que la sarracena iba a pasar junto a él dentro de breves instantes, Ramiro hundió la mano en la faltriquera y asió fuertemente su crucifijo de bronce. Encabezaban el desfile los soldados de la fe, orgullosos de las plumas flamantes de sus chapeos y de las doradas cadenas de alquimia que les prestaba el Santísimo Tribunal.

Visita era la que todavía encontraba placer en registrar cacerolas, y revolver vasares, armarios y alacenas. Siempre hablaba con alguna golosina en la boca. Pedro notó que guardaba en una faltriquera terrones de azúcar y papeles de azafrán puro, que se consumía en la cocina del Marqués, con gran envidia de la urraca ladrona. También almacenó entre las faldas un paquete de superior.

Al cabo de un rato Flora le clavó una mirada entre compasiva y maliciosa y dijo sacando de la faltriquera un puñado de avellanas tostadas y ofreciéndoselas: Toma: come esas avellanas, á ver si se te quita el enfado. Jacinto las rechazó con digno ademán. ¿No las quieres?... Bien, pues harás que coja un empacho, porque llevo ya comido un celemín de ellas.

Palabra del Dia

rigoleto

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