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Actualizado: 31 de mayo de 2025
No se extrañaba de que él hubiese podido olvidar a ciertas personas, pero no comprendía que los demás le hubiesen podido olvidar a él.
El impaciente Rafael habló entonces de lo cortas que eran las tardes de Enero y de la necesidad de aprovechar el tiempo. Fermín llamó al criado, que se extrañaba de la parquedad de los dos amigos, invitándoles a pedir más cosas. ¡Todo estaba pagado! ¡Don Luis tenía cuenta abierta!... Al salir Rafael, marchó directamente a la calle, temiendo que el amo le viese con los ojos enrojecidos.
Bien lo dije yo hace cinco mil domingos: «Este acabará en Leganés». Nunca tuvo la cabeza buena, hija, y con sus locuras despachó a tu madre, aquella santa, aquella pasta de ángel, aquel coral de las mujeres... ¡Pobre Francisca, niña mía! ¿Y Mariano? dijo Isidora, que extrañaba no ver allí a su hermano.
Oleadas de calor le subían hasta el cerebro y se despertaba como si estuviese en un baño de vapor, del que se extrañaba salir con vida. El doctor Le Bris, un médico joven y un antiguo amigo, le recomendaba un régimen suave, sin fatigas y sobre todo sin emociones. Pero, ¿qué alma, por estoica que fuese, hubiese atravesado sin emocionarse por tan rudas pruebas?
Los primeros días extrañaba la casa, teniéndola por peor que la otra; mas pronto hubo de reconocer que era mucho mejor, más espaciosa y bella, y en cuanto a los barrios, lo que la señora había perdido en tranquilidad ganábalo en animación.
Pero allí no había modo de escapar. O tirarse por una ventana, o esperar el nublado. El caracol estaba interceptado por el canónigo. Bismarck no tuvo más recurso que hacerse un ovillo, esconderse detrás de la Wamba, encaramado en una viga, y aguardar así los acontecimientos. Celedonio no extrañaba aquella visita.
Recordaba curiosas similitudes de gusto, la paridad de ciertas entonaciones, de ciertos gestos; comentaba también la conducta extraña, el espanto y las angustias de la señora Miguelina, y se extrañaba ahora de no haber sentido antes más viva inquietud.
No sé, chico, no sé contestó Martín pero hay gente que se considera como un cacharro viejo, que lo mismo puede servir de taza que de escupidera. Yo no, yo siento en mí, aquí dentro, algo duro y fuerte... no sé explicarme. A Bautista le extrañaba esta ambición obscura de Martín, porque él era claro y ordenado y sabía muy bien lo que quería.
¡Ya me extrañaba a mí que tú no metieses la cucharada! ¿Quién te pide a ti consejo, ni qué se me da a mí que tú lo encuentres malo o bueno?... ¡Es decir, que mamá se calla, y que esta tontuela ¡mentecata! se ha de meter siempre en mis cosas!... Yo hago lo que me parece; ¿sabes?... Me dejo las patillas o me las quito; ¿sabes?... Y tú te callas; ¿sabes?...
La señora Chermidy vio entrar un viejo alópata, curtido en el ejercicio de la profesión, que no creía en los milagros, que gustaba de colocar las cosas en lo peor y que se extrañaba de que un animal tan frágil como el hombre pudiese llegar sin accidente a los sesenta años.
Palabra del Dia
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