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Actualizado: 27 de mayo de 2025
La libertad le imponía terribles deberes; tenía que justificarla descubriendo el verdadero culpable. Su evasión no podía tener excusa si no enviaba al criminal, hasta entonces impune, á ocupar su puesto en la cordelería, al lado de la fragua en que los penados forjaban sus propias cadenas. Instintivamente extendió el brazo y con alegría se sintió libre de la dura anilla.
Sea de esto lo que se quiera, no puede negarse que su fama de sabio se extendió por todas partes. La reina de Sabá, cuyo nombre, según hemos llegado a averiguar, era Guadé, que en el idioma hymiárico, hablado entonces en su reino, equivale a Amor o Amistad, oyó hablar de Salomón y quiso probarle con preguntas y acertijos.
Su mujer le pedía una cosa, y después otra y después otra para su saloncito, para su cuarto de baño mientras engullía lindamente. ¡Elena, Elena! Que no vas a tener apetito a la hora de almorzar. Ya verás que sí. Déjame ser feliz. ¿Eres feliz de verdad? Muchísimo... No puedo serlo más. Y al decir esto extendió la mano a su esposo que la besó repetidas veces.
El gentío trepó a las escaleras, cabalgó en el caballete de los bastiones, invadió los palcos de los comisionados, y se extendió coronando las alturas vecinas; por los troncos de los mástiles se encaramó más de un granuja, resuelto a dominar la situación.
A esta pregunta, una débil sonrisa entreabrió los labios desdeñosos de la señorita Margarita, y el arco prolongado de sus cejas se extendió ligeramente, después de lo cual, aquella fisonomía grave y soberbia volvió de nuevo á su reposo.
A la primera ojeada reconoció la letra; se puso blanca como el yeso que cubría las paredes, y, con sus ojos enrojecidos por las lágrimas, me miró fijamente como si hubiera perdido la razón. Tómalo, pues dije, tómalo. Ella extendió la mano, pero la retiró con un ademán brusco: se hubiera dicho que había tocado un hierro candente.
En la Compañía hay que admirar el feliz consorcio del pensamiento y de la acción, de lo práctico y de lo especulativo. Fue un ejército conquistador, sin más armas que la palabra, que se extendió por el mundo con extraña rapidez, avasallándole y dominándole. Si contemplamos en espíritu al fundador glorioso en el momento de su muerte, nos parece á modo de un Alejandro incruento.
10 y vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno. 11 Mas no extendió su mano sobre los príncipes de los hijos de Israel; y vieron a Dios, y comieron y bebieron. 12 Entonces el SE
Acerca del carácter y costumbres de cada uno de ellos se extendió considerablemente; la hermanita era muy buena niña, amable y obediente; pero los chicos insufribles; todo el día gritando, ensuciando la casa y peleándose. Tenían, además, un hermano, que era el primo que había sido su novio; éste ya era bachiller y se estaba preparando para entrar en el colegio de Artillería.
Cuando vio la calle, sus ojos se iluminaron con fulgores de júbilo y gritó: «¡Ay, mi querida calle de mi alma!». Extendió y cerró los brazos, cual si en ellos quisiera apretar amorosamente todo lo que veían sus ojos. Respiró después con fuerza, parose mirando azorada a todos lados, como el toro cuando sale al redondel. Luego, orientándose, tiró muy decidida por el paseo abajo.
Palabra del Dia
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