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Actualizado: 1 de octubre de 2025
En nuestro siglo que marcha tan aprisa, y en esta época en que las construcciones para ser buenas han de exigir poco tiempo, se ha levantado en Santa Clotilde un templo gótico puro, sin mezcla de gustos ni estilos. Es una iglesia bellísima y digna de ser vista: acaba de ser terminada y entregada al culto público.
Sí, tiene Vd. razón; comprendo que hago mal; no he debido venir hoy a este cuarto; pero es que yo soy tan leal como usted. Usted quiere que crea en su sinceridad; yo también tengo derecho a exigir que no me tache Vd. de coqueta ni piense Vd. que soy capaz de divertirme en humillarle. Reflexione Vd. lo que dice, señorita.
Yo me prometia visitar mas tarde el Escorial y la Granja; pero no creia que el Pardo y otras propiedades de la familia reinante, contiguas á Madrid, mereciesen un estudio particular. Aranjuez me pareció exigir la preferencia, tanto mas cuanto que, habiendo pasado por allí en un tren del ferrocarril, sentia el atractivo que ejerce sobre los curiosos aquel oásis encantador.
Calló al fin el majo y, sin atreverse á exigir respuesta, se alzó de la silla donde estaba, y salió de la estancia no poco triste y desengañado. Así anduvo varios días; pero la esperanza, que tarde ó nunca nos abandona, le hizo pensar al fin que lo que había hecho callar á Soledad fué la sorpresa en parte y en parte también el temor de ser burlada como otras veces.
Y en esas circunstancias, el plan de la escuela religiosa es satisfacer la curiosidad natural del niño sobre los hechos y las cosas del universo que le rodea, con las explicaciones que los sabios antiguos, graduados en dilatados cursos de ayuno y meditación solitaria en los desiertos, en las cuevas, en las ruinas o en los claustros, pusieron en boca de los dioses de entonces, para darles una autoridad que ellos no tenían, a fin de exigir una aquiescencia absoluta, única manera posible de hacerlas eficaces en su tiempo, y el objeto de la escuela positiva es satisfacer esa misma curiosidad con los conocimientos positivos adquiridos por los sabios modernos en la investigación de la naturaleza con los métodos modernos, y sin exigir para ellos obediencia ni aquiescencia de ninguna clase, que el progreso de la inteligencia humana ha hecho innecesarias, desde que la verdad no trae ya de un supuesto mandato de los muertos, sino de su concordancia con la realidad, su fuerza de convicción sobre el entendimiento.
Yo, por mi parte, no me atrevería a exigir de un esposo las condiciones correspondientes a las que quieres tú exigir de una mujer: elegancia, abnegación y superioridad de espíritu. » ¡Ya te costaría tiempo el encontrar las tres juntas! » Hasta en la modestia es mala la afectación... Pero, en fin, acaba de trazar el retrato de tu novia ideal. » ¡Oh!
El señor Orgaz se atrevió a murmurar: Hombre, eso de exigir... Sí, señor; exigir. ¡Y hago la cuestión personal! Pero ¿qué es lo que usted exige? preguntó el muchacho agotando su valor en este rasgo de energía. Exijo lo que tengo derecho a exigir, eso es; y repito que hago la cuestión personal. ¿Pero qué cuestión? ¡Esa! Joaquinito volvió a encogerse de hombros, pálido como un muerto.
Además, ¿no puede llegar un día en que el mismo elemento carlista que aquí tenemos levante la cabeza? Pues si hubiese ferrocarril, cualquiera que él fuese, nada más fácil que poner aquí en dos horas cuatro o cinco mil hombres... En primer lugar, don Máximo, un ferrocarril militar, como usted mismo confiesa que es el de Miramar, no es el que tenemos derecho a exigir de la Nación.
Todos vuelven a regañadientes a su tierra: llevan París en el corazón. La otra noche, el hijo mayor del doctor Zurita me consultaba sobre su porvenir. Apenas llegue a Buenos Aires, piensa exigir a «su viejo» que lo envíe a Europa... Quiere estudiar en París no sabe qué... pero en fin, quiere estudiar, sin aproximarse por esto al Barrio Latino, que encuentra poco chic y con mujeres ordinarias.
Entonces sintió que, si continuaba esa existencia, iba forzosamente, tarde o temprano, a sucumbir del todo. La vacilación, el temor, lo enervaban más y más: resolvió, pues, buscar un fin, y exigir del destino la parte de felicidad razonable que le habían prometido la mirada leal de dos ojos azules y el silencio de dos labios pálidos.
Palabra del Dia
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