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Y se sumió en su melancolía de hombre no comprendido. A uno de los oficiales que hablaba de las riquezas de París con ojos de codicia, lo reconoció de pronto Desnoyers por el brazal que ostentaba en una manga. Era el que había saqueado el castillo. Como si adivinase sus pensamientos, el comisario se excusó. Es la guerra, señor...

Enternecióse el santo varón con tan justa demanda; mas no pudo darle consuelo, porque tenía orden estrecha de los Superiores para no bautizar, á ningún adulto antes de fabricar la Reducción; por lo cual se excusó con lo mejor que pudo de no poder condescender con su petición, aunque lo deseaba sumamente; y que si él daba la palabra y perseveraba en aquel sabio y santo propósito, no tardaría mucho, ó en volver él mismo, ó si no pudiese, enviaría otro de sus compañeros en su lugar para que le pusiese en el camino de la salvación eterna.

Excuso decir á ustedes que este robo levantó más polvo que el célebre de las sabinas. Las representaciones se hacían muy largas, porque cada escena principia y acaba por un paseo triunfal, y suele mediar con el indispensable combate con espada y daga llamado el moro-moro, baile que en honor á la verdad llama la atención la agilidad con que algunos y algunas manejan la esgrima.

Madame Duval se excusó como pudo, pero, cediendo a la terca insistencia del gaucho, tuvo que encargarse de una carta que éste le dio para Rafaela. Ella la recibió y la leyó con hondo disgusto, y, si no tuvo miedo, fue porque de nada le tenía. Era, sin embargo, prudente y rehuía comprometerse escribiendo.

Las escenas amorosas terminaban por lo regular con tan imprevistos incidentes, como imprevistas eran las resoluciones de los consejos y el éxito de las miles de empresas. Excuso decir que en los combates los descalabrados eran siempre los moros, por más razón que tuviesen, no amparándoles ni aun la poderosísima de ser á veces más los malos que los buenos.

Cuando hubo cesado la señorita y la hubieron colmado de aplausos, del centro del patio salieron algunas voces diciendo: Ahora, que cante don Alejandro. El clérigo se excusó diciendo que no tenía bien la garganta; pero, apremiado por el concurso, entonó al fin con voz engolada de tenor el Spirto gentile, arrastrando las notas y desfigurándolo hasta convertirlo en empalagoso canto de iglesia.

Mas el pianista, respetuoso de los privilegios que merece el genio, se excusó modestamente y pidió perdón con la mirada y la sonrisa á su rival el griego. Era un hombre obeso, casi cuadrado, de tez morena y lustrosa, bigote negro y unos ojos algo oblicuos, de fijeza agresiva, que recordaban los del jabalí.

Excuso decirte que lo que él llama conversión es la entrada en el dominio de la imbecilidad: su devoción es de lo más ramplón que puede darse. Lo peor de todo es que mi padre empeora rápidamente. Ahora quiere el médico emplear con él la hidroterapia, lo cual saldrá caro; pero yo he dicho que todo se hará, aunque hayamos de vender hasta las sillas.

No las critico ni las excuso; nadie puede decir con certeza quién tiene razón y quién no la tiene. ¡Cambiamos de creencias con tanta facilidad los seres humanos!... Antes de que usted viniese á este país yo pensaba de un modo, y ahora reconozco que veo las cosas de distinta manera.... Pero no nos salgamos de la lección.

Ya principiaba yo a tomar cuidado por su tardanza, cuando lo vi llegar más alegre y estruendosamente que nunca, y apoderándose de mi mano con el afecto más cordial, se me excusó de su descuido, y, como siempre, enderezamos hacia nuestra posada. Aquella noche fuéme imposible hacerle entablar discurso alguno de interés, y mucho menos de nuestras tareas académicas.