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Actualizado: 20 de julio de 2025
En algunas viñas, los dueños, impulsados por el miedo de perder la vendimia, «pasaban por todo», pero acariciando en la rencorosa mente la esperanza de la represalia así que sus racimos estuvieran en el lagar. Otros, más ricos, «tenían vergüenza», según declaraban con caballeresca arrogancia, negándose a todo arreglo con los rebeldes. Don Pablo Dupont era el más fogoso de ellos.
Consistía este plan en dejar á las tres ruinas en medio de la calle, cuando ellas estuvieran más distraídas con la procesión, y volver atrás. Pero esto tenía sus inconvenientes. ¿Cómo entraba en la casa? ¿Rompiendo la puerta? ¿Y su tío que estaba dentro? Terrible era aquella situación. ¡Vivir con ella y no verla!
A más de la inteligencia, que en edad temprana despuntaba en él como aurora de un día espléndido, poseía todos los encantos de la infancia: dulzura, gracejo y amabilidad. El chiquillo, en suma, enamoraba y no es de extrañar que D. Francisco y su hija estuvieran loquitos con él. Pasados los primeros años, no fué preciso castigarle nunca, ni aun siquiera reprenderle.
No, tampoco. Pues entonces ¡córcholis, recórcholis!, ¿a dónde vas? La Nela no contestó nada: seguía mirando con espanto al suelo, como si en él estuvieran los pedazos de la cosa más bella y más rica del mundo, que se acababa de caer y romperse.
Mientras Raimundo estuvo por allá, apenas se habló en la mesa, como si estuvieran todos bajo el peso de alguna grave preocupación: se esperaba su vuelta con mal disimulada impaciencia.
En su semblante brilla la salud y la robustez, su fisonomía indica el bien-estar, tiene una muy linda moza para su recreo, y me parece muy satisfecho con su hábito de diaguino. Por Dios santo, caballero, respondió fray Hilarion, que quisiera que todos los Franciscanos estuvieran en el quinto infierno, y que mil veces me han dado tentaciones de pegar fuego al convento, y de hacerme Turco.
El soldado hablaba entre sueños de los cien reales, como si no estuvieran sin remedio. Hízose hora de levantar. El ermitaño, receloso, se quedó en la cama. Pagó por nosotros, y salimos del pueblo para el puerto, enfadados del término del ermitaño y de ver que no le habíamos podido quitar el dinero.
Cuando regresó a Madrid, le dijo Engracia que Pepe había ido a verla casi todos los días, y que estaba agradecida a sus atenciones, especialmente a lo cariñoso que se manifestó con el niño; de suerte que Millán, apenas vio a su amigo, le dio gracias por el buen cumplimiento del encargo, y como estuvieran solos en el cuarto donde Pepe trabajaba, sin temor de que nadie viniese a molestarles, hablaron así: Sí, chico decía Millán, aludiendo a sus relaciones con Engracia la verdad es que me he encariñado con ella porque es muy buena.
Si las violetas no hubiesen exhalado su último aroma en Mayo; si los jacintos no estuvieran ya en el limbo de sus jóvenes cebolletas; si las dalias, por el contrario, no durmiesen aún en el vientre de sus batatas; si las petunias no se hallaran en estado de lactancia, y las campanillas dando los primeros pasos; si las francesillas no hubiesen bajado también al frío sepulcro de sus arañuelas, y las extrañas no estuvieran aún cortando sus múltiples gasas de bailarina para presentarse en el Otoño, el panorama floreal de Junio sería completo.
Pormenores de la construcción del instrumento no tenemos de los mismos días ni parece que estuvieran publicados, toda vez que el maestro Pedro de Medina decía en el proemio de su Regimiento: «Viendo yo que de España se hacen más largas navegaciones que de otra ninguna parte del mundo y que para tan largos caminos por la mar casi ninguna cosa había escripta que aviso para las navegaciones les diese, tomé gran voluntad de escribir...para esto he compuesto este libro.»
Palabra del Dia
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