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Viendo, pues, aquellos bárbaros que las caricias de los nuestros no se quedaban en solas palabras, fueron luego corriendo á coger aquellas chucherías y con más ánimo y seguridad, se llegaron cuatro de ellos al pie de una balsa, donde dejaron algunas esteras labradas con lindo arte y tejidas delicadísimamente: prosiguióse muchos días este tratado, siendo el faraute Aniceto Guarie, fervorosísimo cristiano, vice-corregidor de la Reducción de San Cosme; el cual, deseoso de la reducción de aquellos infieles, procuraba, con modo muy afable y cortés, entrar con ellos para salir con la suya.

Uno de los pormenores más curiosos de esta cuenta, es, sin duda, el de las esteras de eneas que hicieron veces de manteles y las dos cargas del mismo vegetal que debió servir de asiento á los comensales; costumbre poco extraña á partir de los días de D. Alonso X, que siguieron monarcas y particulares, tomándola de los sarracenos, y de la cual podrían citarse muchos ejemplos.

Primero, los moros, en los ruidosos alalíes con que solemnizaban sus festividades, gozaban en hacer grandes hogueras; los cristianos adoptaron después esta costumbre, como muchas otras; lentamente, el número de fallas fue limitándose en el año, hasta quedar las de San José, que hacían los carpinteros para solemnizar la fiesta de su patrón y la llegada del buen tiempo, en el que ya no se trabaja de noche; hasta que por fin, el espíritu innovador del siglo hermoseó la falla, dándole un aspecto artístico, encerrando el montón de esteras y trastos viejos entre cuatro bastidores pintados y colocando encima monigotes ridículos para regocijo de la multitud.

Pero la sonrisa de Salvatierra quitó al joven toda esperanza. Había dicho que dormiría con los gañanes, y era capaz de pasar la noche al raso, si no le dejaban cumplir su gusto. No podría dormir en tu cama, Rafael; no tengo derecho a estar sobre colchones, mientras otros, bajo el mismo tejado, duermen en esteras.

La casa del alcalde era amplia, hermosa e indicaba el bienestar de su dueño. En el patio, rodeado de rústicos corredores, y plantado de castaños y nogales, se habían extendido numerosas esteras. Para los ancianos y enfermos se había reservado el lugar que estaba al abrigo del frío, y para los demás se había destinado la parte despejada del patio, en el centro del cual ardía una hermosa hoguera.

Estos praos o paraos suelen ser, generalmente, lanchas afiladas que navegan a vela y a remo, y llevan varios hombres armados con fusiles; la mayoría tienen cobertizos de esteras, pero hay algunos de estos praos grandes, de tres palos, que llevan una toldilla sólida con cristales y están defendidos con una porción de cañones.

No bastan las tiendas, y en esquinas y rincones se alzan montañas de mazapán, canteras de turrón, donde el hacha del alicantino corta y recorta sin agotarlas nunca. Las pescaderías inundan de cuanto Dios crió en mares del Norte y del Sur. Sobre un fondo de esteras coloca Valencia sus naranjas, cidras y granadas rojas, llenas de apretados rubíes.

Desde una semana antes, la granujería corría las calles arrastrando sillas rotas y esteras agujereadas, pidiendo a gritos, con monótona canturía, «¡Una estoreta velleta...!»

A pesar de la ley musulmana, Sid'Omar bebe un poco de él, cuando los criados no pueden verlo... Al concluir la comida, pasamos a la habitación de nuestro huésped, donde nos ofrecen dulces, pipas y café... El mueblaje de este dormitorio es sencillísimo: un diván, algunas esteras; al fondo, un gran lecho altísimo sobre el cual hay almohaditas rojas bordadas de oro... Pende de la pared una antigua pintura turca representando las proezas de cierto almirante Hamadí.

Tenía gran sala baja, capilla, patio con flores, habitaciones con zócalo de azulejos amarillos y verdes; puertas de pino, lustradas y chapeadas; gran número de arcones, muchas obras de talla, cuadros viejos y nuevos, algunas jaulas de pájaros, finísimas esteras, y, sobre todo, una tranquilidad, un reposo y plácido silencio que convidaban a residir largo tiempo en aquella mansión.