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Completaban la pandilla la señora de un Montero de Espinosa, las de dos jefes de oficio, la de un oficial de la Secretaría Particular, la del director de las Reales Mesas, la del jefe del Guardarropa del Rey.

Llegó el dia señalado para la entrada, lunes 20 de febrero: ya el viernes antes habia hecho la suya el cardenal Espinosa con muy solemne recibimiento.

Valor, Pablo, valor; verás, la Virgen de Luján nos ha de ayudar... Hasta luego, adiós. Dejóle desplomado en el sillón, tan abatido, que no hizo un movimiento para detenerla, no dijo una palabra para estimularla en la espinosa jornada que emprendía: el golpe habíalo atontado y se le oía barbotar: ¡Todo, todo, menos eso!

Bañuelos de esta hecha, y Espinosa, El infierno poblaron de paganos, Y viendo que la gente temerosa Discurre sin consuelo por los llanos, Viniendo ya la noche tenebrosa, Volvieron al real libres y sanos; Empero de la sangre que han vertido Teñido el rostro, manos y vestido. Este dia vi un indio que llegaba A mi: con una cruz viene en su mano; Con muy grandes sollozos me hablaba.

Así propendía más hacia las doctrinas de Bruno, de Espinosa, y de Schelling, que hacia las de Fichte; pero, del mismo modo que no se dejó llevar jamás del sensualismo, hasta pensar que la realidad de las cosas y la impresión que causan en nosotros pueden dar ser a la ciencia, tampoco su sentido común consintió nunca en dar crédito a la creación de lo real por lo ideal.

El padre Aliaga estaba inclinado hacia la chimenea, arreglando los tizones y pidiendo á Dios que el montero de Espinosa callase, porque no se atrevía á imponerle silencio ni con una seña. Sin saber por qué, no quería dar una muestra de desconfianza al bufón. Esperaba mucho de aquel hombre, y lo esperaba de una manera instintiva.

Esta es á veces la triste suerte de los grandes hombres, de ser tenidos por gefes de sectas que ellos detestaron. Malebranche llamaba á Espinosa el impio de nuestros dias, y M. Cousin se atreve á llamar á Malebranche el Espinosa cristiano. »Siendo esta substancia la razon suficiente de todo el universo, no hay mas que un Dios, y este Dios basta.

La otra, también viuda y también titulada, aunque por derecho propio, marquesa de Espinosa, y también llamada por la de Montálvez por su nombre de pila, Leticia, era muy distinta de Sagrario: menos estrepitosa, más seria y, quizá, mejor tipo. Tenía unos ojos negros y escrutadores que punzaban al mirar, correctísimas facciones, algo morena, y muy esbelta todavía.

Semejantes a los legionarios romanos, que lo mismo peleaban en tierra que en el mar, los aventureros de la conquista fueron a la vez navegantes, jinetes incansables en las pampas inmensas y duros andarines de las selvas vírgenes, sufriendo los rasguños de la espinosa vegetación, el acecho de los indios, la acometida de las fieras los tormentos del hambre y de la sed.

Aquí tenéis dijo como quien se apresura á dar una noticia agradable la provisión de capitán para el señor Juan Montiño. No era ya tiempo de tapar la boca al montero de Espinosa, y por otra parte, el padre Aliaga no se atrevía á dar ninguna señal de desconfianza al bufón del rey, que estaba en posición de verlo y oír todo desde detrás de la cortina de la alcoba. Tomó la provisión y la miró.