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Tales fueron las impresiones que yo experimenté en día semejante y que me inspiraron las siguientes estrofas: ¡Oh! Cuando toca la campana lentamente. Esparciendo sobre el valle su voz parecida a un gemido. Diríase que es la mano de un ángel quien la mueve. Y que entre la brisa nocturna, derrama sobre la tierra cuanto en él hay de divino. Cuando huyen del campanario las negras golondrinas.

Al través de las sonrisas de la niña, de su modestia y rubor, creía observar un sentimiento de hostilidad que a menudo la desconcertaba. La esposa de Osorio continuaba desplegando el mismo boato, esparciendo profusamente el dinero a despecho de la ruina inminente de su esposo, que tanto había alarmado a Pepa Frías. Esta ruina no había estallado como se pensaba.

Luna frecuentó las reuniones de casa del campanero. Acompañaba a su sobrina gran parte de la mañana arrullado por el tictac de la máquina, que le producía una dulce somnolencia, viendo cómo la tela pasaba bajo la aguja a pequeños saltos, esparciendo ese perfume químico de los tejidos nuevos. Contemplaba a Sagrario, siempre triste, entregada al trabajo con tenacidad taciturna.

El marino vió en esta miseria física el triste final de un régimen alimenticio absurdo, alegre y pueril: los dulces sirviendo de base de nutrición, los grandes arroces como plato diario, las sandías y melones llenando el intermedio entre las comidas, los helados servidos en copas enormes, esparciendo el perfume de su nieve melosa.

Es igualmente cierto, que las grandes empresas de ordinario han sido atacadas por la ambicion de inexpertos, y la envidia de codiciosos, destruyendo á los emprendedores por medios capciosos, y esparciendo opiniones erroneas, sin apoyo que las sostengan.

El desfile lúgubre parecía marchar contra la corriente de la Naturaleza, perdiendo a cada paso su fúnebre gravedad. En vano gemían las trompetas lamentos de muerte, y lloraban los cantores al entonar sagradas coplas, y marcaban el paso con ceño de verdugos los espantables sayones. La noche primaveral reía, esparciendo su respiración de perfumes. Nadie podía acordarse de la muerte.

Unos son mundos habitados como el nuestro; otros lo fueron y ruedan solitarios en el espacio, esperando una nueva evolución de la vida; muchos están naciendo. Y sin embargo, todos esos mundos no son más que corpúsculos del humo luminoso de lo infinito. El espacio está poblado de hornos que arden millones, trillones y cuatrillones de siglos, esparciendo luz y calor.

El sol continúa esparciendo sus inmensas madejas; ese flúido que llamamos luz, refleja en las superficies, se refringe segun los cuerpos que atraviesa, y llega á las retinas de los ojos antes videntes, ahora convertidas en insensibles membranas, colocadas tras un cristal; pero todo eso que se llama color y sensacion de luz, todo ha desaparecido.

Y aquí fue Troya, pues la emigración de los habitantes de las tumbas y la invasión del mundo de los vivos por los muertos, que se enseñoreaban de todas las cosas y de todas las gentes, esparciendo sobre los dominios de la vida las fatídicas tinieblas del reino de la nada, empezó entonces, y no ha concluido aún, sino para una feliz minoría de afortunados que ha conseguido ya escapar a la incontrarrestable tiranía de los potentados de la eternidad y a la abrumadora carga de sus representantes en la actualidad.

Los perros de la granja y los del aduar, azuzados a campo traviesa, lanzábanse sobre ellos y los trituraban furiosos. En ese momento llegaron dos compañías de turcos, con la banda de cornetas al frente, a ayudar a los infelices colonos, y la matanza varió de aspecto. Los soldados no aplastaban los insectos, sino que los quemaban esparciendo largos regueros de pólvora.