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Actualizado: 14 de junio de 2025


Seguido de algunos pocos soldados, con marcha presta Hernando de Magallanes, siguiendo angosta vereda, adelanta sin recelo, ni cuidar de que la senda se prolonga entre dos vallas de impenetrables malezas, cuando una lanza traidora salida de entre las breñas, rápida, pujante, aguda como acerada saeta, sin que su poder resista la coraza milanesa, de peto, espaldar y entrañas desmiente la fortaleza, y del pecho del caudillo lanza el alma gigantesca; veda el color al semblante la savia de sus arterias apareciendo en las armas el carmín que al rostro niega; cae el acero de sus manos, alza una mirada inmensa al cielo, ruge, desmaya, y, cual coloso de piedra, cuando a plomo se derrumba hace trepidar la tierra....

«El balcón era el de Anita». El hombre se embozó en una capa de vueltas de grana y esquivando la arena de los senderos, saltando de uno a otro cuadro de flores, y corriendo después sobre el césped a brincos, llegó a la muralla, a la esquina que daba a la calleja de Traslacerca; de un salto se puso sobre una pipa medio podrida que estaba allá arrinconada, y haciendo escala de unos restos de palos de espaldar clavados entre la piedra, llegó, gracias a unas piernas muy largas, a verse a caballo sobre el muro.

Como defensivas tenían corazas compuestas de peto y espaldar, capacetes, gorguerinas y otras piezas diversas de arnés; rodelas con la divisa real pintada y paveses con las mismas insignias.

Y se sentaba Lucía, sola en su cuarto en una silla sin espaldar, sin quitarse los vestidos, ya a más de medianoche, y a poco rato se levantaba, se miraba otra vez al espejo, y se sentaba nuevamente, la cara entre las manos, los codos en las rodillas. Luego rompía a hablarse: Yo me veo, , yo me veo. ¿Qué es lo que tengo, que me parezco fea a misma? Y yo no lo soy, pero lo estoy siendo.

Oyendo esto Sancho, se arrimó sobre el espaldar de la silla y miró de hito en hito al tal médico, y con voz grave le preguntó cómo se llamaba y dónde había estudiado.

¿Parece que no has leído mucho? dijo Ricardo a Melchor, asomándose por sobre el espaldar del asiento y viendo doblados los ejemplares de La Nación y La Prensa. En cambio parece que has dormido bastante repuso Melchor, levantándose. No; he dormitado. Lo mismo que yo dijo Lorenzo, incorporándose; ¡si no se puede dormir con el movimiento del tren!

Como un rezo en la boca llagada del leproso. La capilla. Don Farruquiño aparece en el presbiterio, sentado en un escaño con espaldar de viejo y noble belludo, orlado por grandes clavos de bronce. Enfrente se abre el arco de la tribuna, donde se sume la figura negra y bruja de Andreíña. ANDREÍ

El piano es de madera, con las teclas pintadas; y no tiene banqueta de tomillo, que eso es poco lujo, sino una de espaldar, hecha de la caja de una sortija, con lo de abajo forrado de azul; y la tapa cosida por un lado, para la espalda, y forrada de rosa; y encima un encaje.

Palabra del Dia

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