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Actualizado: 22 de julio de 2025


Si la sentencia pasada de la bolsa del ganadero movió a admiración a los circunstantes, ésta les provocó a risa; pero, en fin, se hizo lo que mandó el gobernador; ante el cual se presentaron dos hombres ancianos; el uno traía una cañaheja por báculo, y el sin báculo dijo: -Señor, a este buen hombre le presté días ha diez escudos de oro en oro, por hacerle placer y buena obra, con condición que me los volviese cuando se los pidiese; pasáronse muchos días sin pedírselos, por no ponerle en mayor necesidad de volvérmelos que la que él tenía cuando yo se los presté; pero, por parecerme que se descuidaba en la paga, se los he pedido una y muchas veces, y no solamente no me los vuelve, pero me los niega y dice que nunca tales diez escudos le presté, y que si se los presté, que ya me los ha vuelto.

Otro día recibió los cuatro mil escudos, y con ellos cuatro mil confusiones, porque no sabía qué decirse para mentir de nuevo; pero, en efeto, determinó de decirle que Camila estaba tan entera a las dádivas y promesas como a las palabras, y que no había para qué cansarse más, porque todo el tiempo se gastaba en balde.

Pues ¿cómo dijo Monipodio no se me ha manifestado una bolsilla de ámbar que esta mañana en aquel paraje dio al traste con quince escudos de oro y dos reales de a dos y no cuántos cuartos? Verdad es dijo la guía que hoy faltó esa bolsa; pero yo no la he tomado, ni puedo imaginar quién la tomase.

Inclinóse a la caña y el lienzo, hallé en él otro papel y cien escudos de oro, sin otra moneda alguna. Estaba allí el renegado, dímosle a leer el papel dentro de nuestro rancho, el cual dijo que así decía: Yo no , mi señor, cómo dar orden que nos vamos a España, ni Lela Marién me lo ha dicho, aunque yo se lo he preguntado.

Y habiéndosela ya dado secretamente, veis aquí do vuelve el estudiante trasudando y turbado de muerte, y viendo a Cortado, le dijo si acaso había visto una bolsa de tales y tales señas, que, con quince escudos de oro en oro y con tres reales de a dos y tantos maravedís en cuartos y en ochavos, le faltaba, y que le dijese si la había tomado en el entretanto que con él había andado comprando.

11 Salid, oh doncellas de Sion, y ved al rey Salomón con la corona con que le coronó su madre el día de su desposorio, y el día del gozo de su corazón. 4 Tu cuello, como la torre de David, edificada para enseñar; mil escudos están colgados de ella, todos escudos de valientes. 5 Tus dos pechos, como dos cabritos mellizos de gama, que son apacentados entre los lirios.

Serviré fielmente á vuestra señoría. Y como os quejáis de haber hecho gastos... Yo no me he quejado, aunque los he hecho... Tomad. El padre Aliaga abrió un cajón y sacó un centenar de escudos que dió al cocinero. ¡Ah! ¡señor! dijo Montiño ; yo no tomaría esto, si no fuera porque estoy pobre. Y en aquellos momentos el cocinero mayor decía la verdad sin saberlo.

El Acueducto de Teruel, o los Arcos, como le llaman comunmente, es uno de los monumentos mas notables por su construcción y por el buen servicio que presta a la población: junto a la puerta de la Traición se levantan los esbeltos arcos que le forman: en el año 1537 , el insigne arquitecto Pierres Bedel empezó a fabricar esta escelente obra que se hizo para conducir el agua de una fuente que dista media legua de la ciudad para el abasto de esta: fue preciso taladrar un monte de piedra picada, con el fin de que en dicho trecho reposase el agua; coronando esta obra al remate de ella, para pasar un valle, con ocho arcos de tanta altura y maravilloso primor, que se tiene por obra de las mas admirables de España: tiene cada arco de concavidad noventa y cuatro palmos geométricos y costó mas de cincuenta mil escudos.

Quiso saber también quién iba en el coche, y adónde, y el dinero que llevaban; y uno de los de a caballo dijo: -Mi señora doña Guiomar de Quiñones, mujer del regente de la Vicaría de Nápoles, con una hija pequeña, una doncella y una dueña, son las que van en el coche; acompañámosla seis criados, y los dineros son seiscientos escudos.

¡Oh , perfectamente! Lo aprendí, como todo lo demás, en el convento. Pues en tal caso, interpretad aquellas armas; y el señor de Morel señaló uno de los escudos que ocupaban el testero de la habitación.

Palabra del Dia

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