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La aristocracia antigua ó tradicional gusta, en lo general, de ostentar sus títulos en grandes escudos de armas y blasones, en ruidosas denominaciones y en otras exterioridades.

Bajó el gobernador la vara, y, en tanto, el viejo del báculo dio el báculo al otro viejo, que se le tuviese en tanto que juraba, como si le embarazara mucho, y luego puso la mano en la cruz de la vara, diciendo que era verdad que se le habían prestado aquellos diez escudos que se le pedían; pero que él se los había vuelto de su mano a la suya, y que por no caer en ello se los volvía a pedir por momentos.

Perdió, picóse, sacó Unos escudos, y luego, Terciando mi primo el juego, 595 Cuatro sortijas perdió. Mas vamos á lo que importa. DO

Y últimamente, con motivo del centenario del descubrimiento de América, la ilustre duquesa de Alba, ha sacado del archivo de su casa y ha publicado un tomo voluminoso, donde se contienen multitud de títulos de nobleza, escudos de armas y honrosos privilegios concedidos por los monarcas españoles á muchos señores indios á raíz de la conquista.

»La Casa de la Salina se fundó en los últimos años del siglo XV, en que tuvo lugar la tradición referida. Los escudos de cinco estrellas que en la fachada, en el interior y por todas partes del edificio se encuentran, no dejan lugar á dudas sobre la familia á que pertenecía el fundador. El escudo es de los Fonsecas.....

A lo cual respondió, riéndose: -Es un pueblo de Italia, donde se juntan los hombres de negocios, que acá llamamos fulleros de pluma, a poner los precios por donde se gobierna la moneda. De lo cual sacamos que en Visanzón se lleva el compás a los músicos de uña. Entretúvonos el camino contando que estaba perdido porque había quebrado un cambio, que le tenía más de sesenta mil escudos.

Topamos con un ginovés que subía el puerto, con un paje detrás, y él con su guardasol, muy a lo dineroso. Trabamos conversación con él, y todo lo llevaba a materia de maravedís, que es gente que naturalmente nació para bolsas. Entretúvonos el camino contando que estaba perdido porque había quebrado un cambio que le tenía más de sesenta mil escudos.

Se los pediría terminantemente. Si por arte del Demonio, o más bien por milagro de Su Divina Majestad, tuviera Cándida algún dinero...! Cándida le debía cinco duros que Rosalía le prestó para dar la vuelta de un billete de cien escudos. También aquellos extraviados reales debían volver al redil. Haciendo propósitos de energía, fue a ver a la marquesa. ¡Casualidad funesta!

Se veia bien que las autoridades habian trabajado con actividad en preparar recepciones oficiales con honores de populares, como acontece donde quiera. En toda la línea se ostentaban bosques de banderas, arcos de triunfo, alegres y vistosos pabellones, escudos de armas y trofeos, inscripciones y medios de iluminacion.

Un señor de Courval, hombre de reconocida honradez, se confesaba deudor de su madre por una considerable suma, y deseaba devolverla. El capital y los intereses ascendían a cien mil escudos; la deuda estaba justificada, y mi colega guardábame el dinero en buenos billetes de Banco. No era posible dudar de semejante dicha.