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Actualizado: 4 de junio de 2025
No se atrevió el Mariscal a seguirla: no quiso tampoco enterar a nadie de los términos poco amistosos con que aquella entrevista había terminado, y así, aparentando reposo y sin dejar traslucir lo que pasaba, salió del castillo con los escuderos que le habían acompañado, y se volvió a Baena.
Pensando iba en ellas cuando él y sus escuderos vieron venir por el camino á dos hombres que desde luego llamaron toda su atención.
Pues también tiene fama de modesto y apacible como una dama su señor el de Morel; y la verdad es que ni uno ni otro aguantan moscas. ¡Cáspita con el mozo! Abundante y bien servida era la mesa de los escuderos en la abadía de San Andrés desde que el príncipe Eduardo estableció su corte en aquel histórico edificio.
Si los escuderos fuéramos hijos de los caballeros a quien servimos, o parientes suyos muy cercanos, no fuera mucho que nos alcanzara la pena de sus culpas hasta la cuarta generación; pero, ¿qué tienen que ver los Panzas con los Quijotes? Ahora bien: tornémonos a acomodar y durmamos lo poco que queda de la noche, y amanecerá Dios y medraremos.
Cada día dijo el Estudiante hay cosas nuevas en la Corte. Y, a mano izquierda, entraron a otra plazuela al modo de la de los Herradores , donde se alquilaban tías, hermanos, primos y maridos, como lacayos y escuderos, para damas de achaque que quieren pasar en la Corte con buen nombre y encarecer su mercadería.
Lo que no ofrece duda es que este joven, cuyo nombre me dicen es Roger de Clinton, ha ganado brillantemente el derecho de pertenecer al muy honrado gremio de los escuderos de Burdeos. Aquí está vuestra ropilla, Tránter. Y vos, Clinton, echaos esta capa sobre los hombros y venid cuanto antes. Lo que más deploro es la pérdida de mi buena espada, que yace en el fondo del río, suspiró Tránter.
Hermoso y templado día, que convirtió en gratísimo paseo el camino de los tres amigos hasta Dunán, en cuyas calles vieron numerosos hombres de armas, guardias y escuderos de la escolta del rey y de sus nobles, hospedados por entonces en el vecino castillo de Malvar, centro de las reales cacerías.
Puesto, pues, don Quijote en mitad del camino -como os he dicho-, hirió el aire con semejantes palabras: ¡Oh vosotros, pasajeros y viandantes, caballeros, escuderos, gente de a pie y de a caballo que por este camino pasáis, o habéis de pasar en estos dos días siguientes!
-Sí sois, amigo -respondió la Trifaldi-, y tanto, que, sin vuestra presencia, entiendo que no haremos nada. ¡Aquí del rey! -dijo Sancho-: ¿qué tienen que ver los escuderos con las aventuras de sus señores? ¿Hanse de llevar ellos la fama de las que acaban, y hemos de llevar nosotros el trabajo? ¡Cuerpo de mí!
No sólo instruido, sino modesto; cualidades bien raras por cierto en pajes y escuderos, continuó la bondadosa dama. Descansad esta noche y mañana os verá mi hijo. Conocimos y estimamos á vuestro padre y nos place hacer algo por su hijo, si bien no podemos conceder nuestra estimación á vuestro hermano, uno de los espíritus más turbulentos de la comarca.
Palabra del Dia
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