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Actualizado: 7 de junio de 2025
Las miradas terribles de Pepe Vera la fascinaban, como fascinan al ave las de la serpiente. ¿Por qué no ha de decirse la verdad? continuó Pepe Vera sin alterarse ¿Por qué no habéis de confesar que no os halláis en estado de cantar? ¿Es pecado por ventura? ¿Sois esclava, para que os arrastren a hacer lo que no podéis? Entre tanto, el público se impacientaba. El director no sabía qué hacer.
El sarampión, el garrotillo... ¡Pues nada te quiero decir de las amas!... ¡qué calamidad!... Luego estás hecha una esclava... Que si comen, que si se indigestan, que si se caen y se abren la cabeza. Vienen después las inclinaciones que sacan. Si salen de mala índole... si no estudian... ¡qué sé yo!...». Jacinta no se convencía.
En toda el Asia, en toda la Turquía de Europa, en Italia, en Grecia, en casi toda España, en Portugal, en la mayor parte de América; en la América tradicional por hábito, aunque sea social por instituciones que no han tenido tiempo de renovar la faz política; en todos esos pueblos enumerados la mujer pertenece al primer período: es egipcia; es la esclava del Faraon que se llama marido; familia, hogar; es la flor que se cria en el jardin para que la huela su amo.
La madre corrió derecha a la alcoba, donde estaba el pequeño en su cuna, dando unos gritos que enternecerían al caballo de bronce de Felipe III. «Aquí estoy, rico mío, aquí está tu esclava... Ven, ven, cielo de mi vida; toma la tetita, toma... ¡Ay qué hambre tan grande!... ¡Cuánto ha llorado mi ángel!... Yo desatinada por venir. ¡Qué contento se pone mi niño!... Ya no llora más, ¿verdad?
Era este alcázar de piedra, mármoles y jaspes, de hermosa traza, y por dentro espléndidamente decorado: y la imágen de la esclava lucia esculpida de relieve sobre su puerta principal .
Decís que es un mal hijo... ¿a qué ser bueno, cuando es tan fácil el hacerse grande? Murió la libertad. Al solio augusto el tirano ascendió... ¡Vedle, arrogante, convertir de la patria el cuerpo hermoso en insepulto y colosal cadáver! Roma era noble, y como noble, altiva... Roma fué esclava, y como esclava, infame... ¡Y el mundo entero doblegó la frente ante el mal hijo que humilló a su madre!
Mandadme lo que queráis y obedeceré como una esclava; pero no me mandéis a la cárcel. Elena... Laura... estoy a vuestros pies. ¡Oh! ¡tened piedad de mí, no rechacéis mi súplica! Mathys, al ver a la condesa a los pies de la joven, también se puso de rodillas y se arrastró temblando hasta donde estaba Marta. Imploró su piedad con las manos juntas, y los ojos llorosos.
Júrame que no me abandonarás. Que me querrás siempre... que no me desprecias porque soy débil contigo... porque te quiero. Isidro lo juraba todo sin hablar; lo juraba con sus manos inquietas, con sus labios acariciadores, con el viril estrujón que hacía caer vencida y esclava en entre sus brazos a aquella alma simple y primitiva, ansiosa de ideal.
Cierto que continuaba siendo esclava de sus antojos; pero no con la abnegación incansable de antes. Aquella esclavitud no era ya amoroso entretenimiento, sino carga abrumadora, cruz de enorme peso.
El zapatero le parecía más amarillento y triste en el rancio ambiente de su tugurio, encorvado ante la mesilla, martilleando la suela; su mujer más débil y enfermiza, mísera esclava de la maternidad, debilitada por el hambre y ofreciendo como única esperanza al hijo pequeño aquellas ubres flácidas, de las que sólo podía surgir sangre. El pequeñín se le moría.
Palabra del Dia
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