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Actualizado: 18 de julio de 2025
Otro dia bajaré al subterráneo, en donde se custodian las cenizas de Voltaire, Rousseau, Diderot, y algunos otros personajes célebres. No bajo hoy, ya porque los novecientos cincuenta escalones que he bajado y subido, han quitado á mis piernas el gusto de subir y bajar; ya tambien porque llevo un compañero sospechoso.
Por fin se decidió a seguirlas, y bajó los siete escalones del claustro, pues la catedral, edificada en un barranco, se halla más baja que las calles contiguas. Todo estaba lo mismo.
Por la tarde, en la Bolsa circuló una noticia que hizo palidecer a todos los protegidos de don Ramón Morte. En vez de cumplirse los vaticinios de éste, el alza continuaba su carrera triunfal, ganando nuevos escalones y arrollando las mermadas fortunas de los que osaban ponerse enfrente de ella.
Anoche, según me dijo D. Francisco de Quevedo, estaba algo excitada. Por eso yo venía a ver... ¡Qué disparates hace! ¡Ya lo creo que es disparate! ¿Y usted no sospecha dónde podrá estar? Yo... nada. En fin, esperaremos. Sentose el regente dos escalones más abajo, y la santa guiñó los ojos para mirarle.
Descendíase al fondo por seis escalones, siempre resbaladizos y verdosos por la humedad. En la cara del rectángulo de piedra fronterizo á la escalera destacábase un bajo relieve con figuras borrosas que era imposible adivinar bajo la capa de enjalbegado.
Para él, el jardín de la catedral de Toledo resultaba el más hermoso de los jardines, por ser el primero que había visto en su vida. Los pordioseros sentados en los escalones de la puerta le miraban curiosamente, sin atreverse a tenderle la mano.
¡Qué suerte ha tenido usted en que le hubiese reconocido, don Feliciano! exclamó el señor Miranda mostrando su ancho estoque de hierro con puño de hueso. ¡Pues la de usted no ha sido pequeña, don Pedro! contesta el comerciante esgrimiendo en el aire una hoja fina y pavonada de Toledo. Para entrar en la tienda de la Morana era preciso bajar dos escalones.
Sí exclamé, allí están los veinticuatro escalones de que habla el registro, no hay duda. ¿Vivirá alguien dentro de esa choza? Bajemos e investiguemos indicó Reginaldo ansiosamente, y pocos minutos después descubríamos una estrecha huella que conducía del bosque de castaños directamente a los toscos escalones, los cuales bajaban hasta una angosta abertura entre dos rocas.
Puede que yo lo sepa sin necesidad de que usted me lo diga. Eso usted verá... Si no quiere ir por casa... Iré. Pues, señá Benina, hasta mañana. Señora Juliana, servidora de usted». Bajó de prisa los gastados escalones, ansiosa de verse pronto en la calle.
La escalera no es larga, y se subiría bien si no fuese tan oscura.... Tú sí estás cansada. ¿Cuántas veces al día subes? El fenómeno se quedó pensando. Por último, dijo: Unas sesenta veces. Es buena renta, hija. Tres mil escalones diarios. Con poco más al cielo. Romualda no dijo más, y entrando en la casa despertó a Pedro López, que dor mía como un canto.
Palabra del Dia
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