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Era una celda de ermitaño, como tantos otros sitios antiguos de retiro y contemplación que hay en la vieja Italia, y acto continuo, al pasar por delante de las rocas y descender cautelosamente por la senda, abriose la puerta, y salió de la ermita un monje, en el que reconocí, con gran sorpresa mía, al corpulento y barbudo capuchino, fray Antonio.

Pero el ermitaño, cuya barba era más blanca que la nieve, cuya piel estaba más arrugada que una pasa, y cuyo cuerpo se asemejaba a un consunto esqueleto, echó sobre ellas una mirada penetrante con unos ojos, aunque hundidos, relucientes como dos acuas, y dijo con voz entera, alegre y suave: Gracias al cielo que al fin estáis aquí. Cien años ha que os espero.

Son estos religiosos de la congregacion de S. Pablo, primer ermitaño, y viven ejemplarmente siguiendo la primitiva regla, reformada por el venerable Juan de Dios de S. Antonino, en una de las montañas de la Sierra al norte y á una legua escasa de Córdoba.

El soldado hablaba entre sueños de los cien reales, como si no estuvieran sin remedio. Hízose hora de levantar. El ermitaño, receloso, se quedó en la cama. Pagó por nosotros, y salimos del pueblo para el puerto, enfadados del término del ermitaño y de ver que no le habíamos podido quitar el dinero.

Amiens tiene algunos monumentos interesantes, sobre todo su hermosa catedral, que fue construida en el siglo XII, y es reputada como uno de los mas bellos monumentos de la arquitectura gótica que posee Francia. Tiene también la celebridad histórica de haber sido la patria de Pedro el Ermitaño, predicador de las Cruzadas.

Al decir estas palabras, advirtió que parecia tieso y henchido una especie de costal muy largo que traía el ermitaño, y vió dentro la palangana de oro guarnecida de piedras preciosas, que habia hurtado. No se atrevió á decirle nada, pero estaba confuso y perplexo.

El tenía que retornar en el acto a su celda de ermitaño, situada sobre el tortuoso Serchio, y seguir siendo, como lo había sido antes, el guardián silencioso del gran secreto que, de haber sido revelado, hubiera asombrado al mundo. La ansiedad nos consumía, pues no sabíamos lo que le habría sucedido a Mabel.

Todo era cierto, y como prueba allí estaba el primer ermitaño enterrado al pie del altar, y allí la Virgen con su carita negra a consecuencia del sol y la humedad del mar que la ennegrecieron en su milagroso viaje.

Un instante después regresaba a la ciudad en busca de un convento donde le cambiaran las ropas de caballero por un sayal de ermitaño.

Andaba por Sevilla en los comienzos del siglo XVII, un sujeto á quien todos conocían con el nombre del hermano Juan de Jesús María, el cual iba por las calles con hábito de tercero ó ermitaño y con mucha humildad y constancia pedía limosna para las huérfanas.