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Actualizado: 17 de noviembre de 2025


Las entrevistas con María fueron desde entonces menos frecuentes y familiares. La joven parecía huirle y evitar las ocasiones de conversar con él íntimamente como antes. Ricardo las buscaba con empeño y las aprovechaba unas veces para dirigirle amargas reconvenciones, otras para decirle con labio balbuciente mil frases apasionadas.

Los nombres que brillaban en letras de oro sobre la blancura láctea del mármol hacían soñar en fiestas elegantes, amorosas entrevistas, tocadores lujosos impregnados de suaves esencias, adornados con flores costosas.

De aquellas largas entrevistas salía rejuvenecida, los ojos brillantes, el pie ligero, saludando con afecto a personas a quienes en otra ocasión hubiera dirigido una fría y desdeñosa cabezada. Luego Raimundo la llenaba de asombro, a lo mejor, con algún acto inconcebible de candor infantil. El muchacho quedó confuso al verla delante; se puso colorado hasta las orejas.

Las entrevistas de los dos se desarrollaron con arreglo á lo que ella había leído en las novelas amorosas que tienen por escenario á París. Iba en busca de Julio temiendo ser reconocida, trémula de emoción, escogiendo los trajes más sombríos, cubriéndose el rostro con un velo tupido, «el velo de adulterio», como decían sus amigas.

El Conde acepta la invitación, y acude á la hora prefijada al balcón de la Princesa; recíbelo la astuta dama con los vestidos de su señora, y responde con otras á sus frases amorosas, sin que él advierta el engaño. Repítense estas entrevistas, y con tan poco recato, que son de todos conocidas y llegan, á su vuelta, á noticia de Fernán Ruiz.

Desalentado por esta decepción, siguió paseando. Su mal humor le hizo ver considerablemente agrandada la fealdad del monumento con que la restauración borbónica había adornado el antiguo cementerio de la Magdalena. Pasaba el tiempo sin que ella llegase. En cada una de sus vueltas miraba ávidamente hacia las entradas del jardín. Y ocurrió lo que en todas sus entrevistas.

Primero sólo visitaba a la viuda por las tardes; después prolongó las entrevistas, saliendo de la casa a media noche; y por fin, llegó un día en que no salió.

Julio veía llegar á su amada á la luz de los reverberos, encendidos recientemente, con el busto envuelto en pieles y llevándose el manguito al rostro lo mismo que un antifaz. La voz dulce, al saludarle, esparcía su respiración congelada por el frío: un nimbo de vapor blanco y tenue. Después de varias entrevistas preparatorias y titubeantes, abandonaron definitivamente el jardín.

Libre y apasionado él, sin madre y enamorada ella, tolerante y dormilona el aya que había de vigilarles, sus entrevistas no fueren dúos con centinela de vista, sino momentos de casta expansión en que sinceramente se dibujaron sus caracteres, contribuyendo los atractivos morales de cada uno a que se templara el amor de los sentidos en la dulce servidumbre de las almas.

Era menester, para alegrarla, que todos los días hubiese jarana, giras de campo, mascaradas, etc., y que ella bailase sin cesar hasta caer rendida como una zagala de quince años: necesitaba menudear las entrevistas secretas con su amante a las horas más extraordinarias y en las ocasiones más impensadas.

Palabra del Dia

machacado

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