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Fernan Jimenez de Arenós con el mismo descuido que Berenguer de Entenza, iba desarmado, y retirando su gente á cuchilladas, fué advertido de la muerte de Berenguer y que con cuidado le iban buscando para matarle; y así con alguna gente que pudo recoger y llevar tras , se salió del campo y tuvo por más seguro entregarse á los Griegos que á Rocafort.

Volvía á entregarse al juego con las cantidades encontradas en su casa. Hasta sospechó el príncipe si habría vendido ó empeñado el alfiler con que reparó el desgarrón de su vestido. Después de regalarle la perla de la princesa Lubimoff, no la había visto más. Alicia parecía insensible á los primeros esplendores de la primavera.

¡Oh! ¡Más fácil es descifrar el misterio de los rumores del océano y los secretos de la brisa, que los vagos pensamientos que oculta la frente de una niña! La mar quería entregarse otra vez al sueño. Las crestas de sus olas ya no blanqueaban a lo lejos con su corona de espumas. El horizonte replegaba su línea indecisa que se borraba en la sombra de la tarde.

Todo se volvió ensalzar su valor y sus fuerzas y entregarse a mil gratos comentarios acerca de su próxima victoria: uno que se jactaba de tener buen olfato decía que algo había presumido al no verle los días anteriores en el colegio, otro aseguraba que si vencía la revolución el capellán D. Jerónimo lo iba a pasar muy mal porque había declarado la guerra sin motivo a D. León.

Reconoció el enemigo su venida y como entre infantes y caballos no llegaban á tres mil los nuestros, juzgaron que venia á rendir las armas, y entregarse á la clemencia de Miguel; y esto lo tuvieron por tan cierto que ni querian tomar las armas ni salir de sus cuarteles.

Al efectuar este descubrimiento el año de 1832, inmediatamente calculé las pingües ventajas que podria reportar á la república el laboreo de estas minas; y no cabe la menor duda en que se operaria un cambio favorable de cosas, proporcionando á sus habitantes el material y los medios para entregarse á todo género de empresas industriales.

Aquel salmón que pescaba el colono del magnate a la luz de una hoguera portátil, era el mismo que ahora estaba sangrando, todo lonjas, esperando el momento de entregarse a la parrilla, sobre una mesa de pino, blanca y pulcra.

La organización áspera de María, demasiado vulgar para admitir el exquisito sentimiento de la admiración y demasiado indiferente y esquiva para entregarse al de la sorpresa, no se había dignado admirar ni interesarse en nada. Para imprimir algo, para sacar algún partido de aquel duro metal, era preciso hacer uso del fuego y del martillo. Stein estaba pálido y conmovido.

El torbellino parisiense la había tomado desde su llegada, para no soltarla más. Ni una hora de alto ni descanso. Sentía la necesidad de entregarse a misma, a solas durante algunos días, por lo menos, de consultarse, interrogarse a su gusto en la plena tranquilidad y soledad del campo, pertenecerse, en fin, tener un momento suyo.

Si bien es cierto que la prudencia aconseja ser mas bien desconfiado que presuntuoso, y que por lo mismo no conviene entregarse con facilidad á empresas arduas, tambien importa no olvidar que la resistencia á las sugestiones del orgullo ó de la vanidad, puede muy bien explotarla la pereza.