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Actualizado: 25 de julio de 2025
Algunas forman grupo sentadas al pie del tronco de un roble y se cuentan en voz baja como suave gorjeo mil puerilidades encantadoras; otras se entregan apasionadamente a la busca de florecillas azules y hacen con ellas ramilletes que colocan en el pecho; otras se persiguen, como las golondrinas en el aire, con chillidos penetrantes.
Tenía olfato seguro para rastrear a las personas pundonorosas, de esas que entregan el pellejo antes que permitir andar en lenguas de la fama, y con estas se metía hasta el fondo, se atracaba de deudor. Poco a poco fue transmitiendo su manera de ser, de obrar y sentir a su compinche, como se pasa la imagen de un papel a otro por medio del calco o el estarcido.
Por lo demas, cuando una realidad cruel no ha venido todavía á desengañarlos, cuando en sus accesos de sinrazon se entregan sin medida á la vanidad de sus proyectos, no suele haber otro medio para resistirles que callar, y con los brazos cruzados, y meneando la cabeza, sufrir con estóica impasibilidad la impetuosa avenida de sus proposiciones aventuradas, de sus raciocinios incoherentes, de sus planes descabellados.
Era una de esas deliciosas tardes de enero, en que el sol se oculta entre nubes que lo aplacan tras un día templado y en que el ambiente del campo parece que se empapa con las emanaciones de las flores silvestres y de los pastos olorosos, y en que hasta los ganados se entregan al placer de pasear por los potreros, recorriéndolos al acaso.
Los grandes ejércitos organizados por una sociedad basada en la fuerza, servirían para darla la muerte. Los trabajadores uniformados levantarían las culatas de los fusiles que les entregan sus explotadores para que les defiendan, o se valdrían de estas armas para imponer la ley de la felicidad de los más, a los pastores perversos que durante siglos mantenían al rebaño humano en la injusticia.
El clima es tan saludable que apenas se encuentra otro que lo sea más, aun para los forasteros; sólo los que se entregan al vicio de la incontinencia experimentan los estragos del mal venéreo de que los naturales están bastante tocados, aunque en ellos no se experimentan los fuertes efectos que en los españoles; y aunque en algunas estaciones del año, particularmente en el otoño, se experimentan fiebres intermitentes, que aquí llaman chuccho, son de tan poca malicia que si alguno muere es por falta de asistencia.
¡Ya lo creo, divertidísimo!... Ver las caras tan cómicas de esa pobre gente cuando se les pone al pecho el puñal de la caridad. ¡La bolsa... o el ridículo!... Y entregan las pobrecillas la bolsa y se quedan también con el ridículo. ¿Me traerá usted otra tarde, condesa?... Sí, hija mía, con mil amores... Pero no me llames de usted, háblame de tú, dime Curra... ¡Vamos, que no soy tan vieja!...
En el regidor primero es en quien recae el empleo de alférez real, a cuya casa acude el cabildo a las doce del día, y lo acompañan a la casa de cabildo, en donde le entregan la insignia de alférez real, que es un bastón alto que tiene sobre el puño un escudo de plata del tamaño de una mano, en el que están grabadas las armas reales.
Los indios, que esta gente aquí mataron, Payaguaes se dicen, belicosos: A muchos en mi tiempo cautivaron, Y yo tambien lo fuì de estos furiosos. Salazar, y los otros que bajaron Poblaron en el puerto muy gozosos. Las familias aumentan con sus hijos, Y se entregan
Traté de hacerle comprender la vida de estudio y de trabajo que hace Lacante, sus relaciones con escritores y sabios, su casa sin mujer y lo difícil que le hubiera sido tener a su lado y educar a una niña. Le pinté además sus ataques de gota que le entregan a los cuidados mercenarios de una criada. La muchacha se conmovió. Yo sería de buena gana su sirviente exclamó con pasión.
Palabra del Dia
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