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Actualizado: 17 de mayo de 2025


«¡In illo tempore!»... continuó... En aquel tiempo se promulgó un edicto mandando empadronar a todo el mundo. Cuando llegó a los pastores que estaban en vela, cuidando sus rebaños, don Cayetano recordó su grandísima afición a la égloga y se enterneció muy de veras. Más enternecida estaba la Regenta, que seguía en su libro la sencilla y sublime narración. «¡El Niño Dios! ¡El Niño Dios!

Y después de esta primera noche, las pasó todas en el estudio. Julio acabó por admirarle como un reflejo de su personalidad. ¡Lo que sabía aquel Argensola, venido de Madrid en tercera clase y con veinte francos en el bolsillo para «violar á la gloria», según sus propias palabras! Al ver que pintaba con tanta dureza como él, empleando el mismo dibujo pueril y torpe, se enterneció.

Lucía se enterneció un instante: preguntó con interés por los Ramírez. ¿Es verdad que el señorito se marchaba a París uno de estos días? Un chico feo, pero simpático: cierto día le había oído contar un sucedido con mucha gracia.

Repetidas veces lo había dicho en alta voz. El cocinero estaba harto de saberlo. ¿Por qué, pues, lo mandaba a la mesa? Indudablemente por molestarla, por inferirle una ofensa. Esta patética consideración la enterneció de tal modo que estuvieron a punto de saltársele las lágrimas. De todos modos él cuidaría severamente de recordárselos.

Compadecía á Elena por su infortunio, pasando por alto las afirmaciones políticas de la carta. Se enterneció además al ver cómo lloraba doña Luisa á su sobrino Otto. Había sido su madrina de bautizo y Desnoyers el padrino. Era verdad; don Marcelo lo había olvidado.

Se enterneció el señor Paco, y si hubiera insistido un poco, tengo la seguridad de que llegaría a revelarme la primera materia de su famoso cañón; pero tenía yo prisa en aquel momento y no abusé de su blandura. Las monjas, como me había dicho el patrón, ocupaban dos habitaciones no lejos de la mía. En una de ellas dormía la madre y en la otra las hermanas San Sulpicio y María de la Luz.

No obedece con tanta sumisión al Polo Norte la aguja imantada, como Romagné a M. L'Ambert. Esta heroica mansedumbre enterneció el corazón del notario, que, a decir verdad, nada tenía de blando. Sintió por espacio de tres días una especie de gratitud por los buenos cuidados que le prodigaba su víctima; mas no tardó en cobrarle antipatía y hasta horror.

¿Quieres creer que con tal proceder el Barón me enterneció, y cautivó en cierto modo mi espíritu? Mi estimación y mi amistad se las tenía ya ganadas por completo.

Esta carne líquida le hacía sonreír de lástima. ¡Habiendo whisky en la tierra!... Morales vaciló mirando su propio uniforme. Era una autoridad, y sólo podía entrar en las tabernas para imponer respeto. Pero luego se enterneció mirando al gringo. ¡Un viejo compañero!... Oiga, don Macperson, ¿si fuésemos á tomar una copa?...

19 y tu corazón se enterneció, y te humillaste delante del SE

Palabra del Dia

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