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Actualizado: 10 de junio de 2025


Doña Manolita era señora en regla, puesto que era casada, ayudaba a las monjas en las clases de lectura y escritura, y ponía un empeño particular en enseñar a Fortunata, de lo que principalmente vino su amistad.

Si la señora quiere enseñar a esa niña como es justo, ¿va a consultarte a ti el cómo lo ha de hacer? ¿Sabes tan siquiera lo que es educar niños? ¡Si la castiga allá lo tendrá de premio, que así la hará una mujer trabajadora y honrada! Algún día le dará las gracias. ¡, las gracias! Desde el cementerio se las dará. De un mes a esta parte la niña está desconocida.

Y si se recuerda que el ingenio de un poblador haragán llega a enseñar a sus cachorros esta maniobra para aprovecharse ambos de la presa, se comprenderá que Cooper perdiera la paciencia, descargando irremisiblemente su escopeta sobre todo ladrón nocturno. Aunque no usaba sino perdigones, la lección era asimismo dura.

Este hecho, sin embargo, sólo probará una cosa: que el afán de enseñar fué lo que movió al autor á escribir; mas no que lo escrito valga por lo que enseña, importe por la verdad que contiene, sino por la gracia, el chiste y la hermosura que crea y luce. El más claro y luminoso ejemplo de lo que digo nos le ofrece Cervantes en el Quijote.

Todos esos errores responden a una disposición muy grande para conocer la verdad, a una poderosa facultad tuya, que sería primorosa si estuvieras auxiliada por la razón y la educación.... Es preciso que adquieras un don precioso de que yo estoy privado; es preciso que aprendas a leer. ¡A leer!... ¿Y quién me ha de enseñar? Mi padre. Yo le rogaré a mi padre que te enseñe.

No porque soy escéptico, sino porque soy modesto, aunque me contradiga atribuyéndome tan buena cualidad, nada pretendí enseñar al escribirlos en cada uno de los siguientes artículos, ni nada pretendo ahora enseñar al reunirlos en un volumen.

Y no porque yo crea que no haya verdades que enseñar, sino porque carezco de fe bastante en mi propio saber y en mi autoridad y competencia para empuñar la férula y revestirme de la toga y demás insignias del magisterio. No es, pues, para enseñanza de mis lectores, para lo que publico este libro.

Era, como después veremos, varón de celo ardientísimo y de natural sobre manera ardiente; con todo eso, á una leve insinuación de sus superiores, desde las Misiones de los Guaranís, donde trabajaba en grandes obras del servicio de Dios y provecho de las almas, se redujo, sin la menor propuesta, á las angustias de un aposento en un colegio, con el empleo de enseñar á los niños los primeros rudimentos de la gramática.

Esto era indiscutible. Podía enseñar cartas de todos ellos, cartas breves, de un afecto forzoso, pero en las que vibraba la nostalgia de la juventud, ya lejana; cartas que los hombres célebres contestan por deber á los camaradas de los primeros pasos que cayeron rendidos en la mitad del camino.

Es que me quieren perder, me quieren quitar á mi hijo, al que ha nacido para enseñar á todos los sabios y dejarles tamañitos. Y me tienen envidia porque soy su padre, porque de estos huesos y de esta sangre salió aquela, gloria del mundo.... Envidia; pero ¡qué envidiosa es esta puerca Humanidad!

Palabra del Dia

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