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Actualizado: 14 de julio de 2025
Aseguro a usted que me complacería mucho procurando trabar amistad con ella... Ya sabe usted lo que es Lacante para mí. ¡Hacerme amiga suya! exclamó. Enséñeme usted entonces por dónde hay que tomarla. Estábamos ya muy cerca de Elena, quien nos conoció y nos saludó con un gran ramo que traía en la mano.
Es el caso que no se consiente que entre nadie. No está el horno para bollos. Yo entro porque tengo títulos para entrar. No hay quien tenga más derecho que yo. Enséñeme el camino. O no me lo enseñe. No necesito guía. Iré derecha a su lado. Aguarde, señora. Voy con usté, para avisar y anunciarla. ¿Quién digo que es usté? Felicita, nada más que Felicita. Novillo se hallaba en las últimas.
Enséñeme usted más acuarelas decía a lo mejor Nieves a Leto , o más dibujos. Y Leto la complacía de muy buena gana; y con motivo de los dibujos o de las pinturas, otro párrafo mano a mano entre la sevillanita y el mozo farmacéutico, párrafo que a éste le sabía a gloria. Tiene usted que enseñarme le dijo ella en una de estas ocasiones , a pintar estas manchas de árboles.
Parece que es el sacerdote que le dio la primera comunión. ¿Y qué le dice usted que tan largo es? ¿Los pecados mortales? No, por cierto. Podían equivocarse de camino y... figúrese usted. Las cartas se pierden algunas veces. Enséñeme usted la carta, ¿quiere usted? No. ¿Tan graves secretos escribe usted a ese padre Jalavieux? Elena titubeó. No son precisamente secretos... ¿Qué son, entonces?
Sé que es usted muy bueno y que quiere mucho a mi padre. A causa de esto, bien puede usted interesarse por mí. A causa de eso y otras muchas razones además, Elena. La quiero a usted ya... como a una hermanita. ¡Oh! mejor exclamó la muchacha con cándida alegría. En ese caso enséñeme usted su carta como lo haría si tuviese yo la suerte de ser su hermano. Elena movió la cabeza y se puso grave.
¿Usted por aquí? le preguntó afectando una serenidad que estaba muy lejos de sentir. ¿Quién había de presumir que fuese usted la señora que el criado me acaba de anunciar? ¿De veras no lo ha presumido usted? preguntó ella mirándole fijamente. No, no, señora. Y se puso colorado al decirlo. La dama sonrió con benevolencia. Bien, enséñeme usted esas rosas de malmaison de que me ha hablado.
Es pronto aún para misa de alba. Felicita no la oyó. Telva insistía. Felicita dijo, como hablando para sí: Anselmo está agonizando. Llegaron a la fonda del Comercio. Estaba abierta y había un camarero de guardia. Don Anselmo se muere dijo Felicita. Sí, señora, espicha sin remedio respondió el camarero. Voy a su habitación. Enséñeme el camino ordenó Felicita.
El joven, en sus conversaciones con la vieja, acababa siempre con la misma petición: Abuela, dicen que es usted muy rica. A ver: enséñeme su tesoro.
La Rufina María estaba sin juicio mirando tantas figuras como en aquel teatro del mundo iban representando papeles diferentes, y dijo al Cojuelo: Señor Güésped, enséñeme al Rey y a la Reina; que los deseo ver y no quiero perder esta ocasión.
Palabra del Dia
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