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Actualizado: 5 de junio de 2025


En la época, en que se quemaban á millares hechiceros alemanes y era un delito dudar siquiera de los pactos con el diablo, se burlaban los españoles de estas cosas, mirándolas como delirios y engaños de la plebe. Véase el Coloquio de los perros y el Licenciado Vidriera, de Cervantes, y las comedias de Lope de Vega y de Agustín de Salazar, tituladas El caballero de Olmedo y La segunda Celestina.

Engaños de esta clase en que se toman los efectos por causas de las cosas son comunísimos en la Física, porque los efectos se ven, las causas suelen estar ocultas, y los hombres se paran facilmente en lo que se presenta á sus sentidos, y con trabajo se detienen en lo que conviene á la razon.

Síguese tambien, que solo ha de fiarse el hombre de lo que le ofrecen los sentidos para la conservacion de su cuerpo, y el uso de los objetos sensibles ha de ser conforme á la razon y á las leyes divinas y humanas. Por esto será convenientísimo no juzgar prontamente de lo que los sentidos presentan, porque en esto se expondrán los hombres á infinitos engaños.

El estilo que se guarda en muchas partes de hacer una licion de puntos, y responder á dos argumentos es muy bueno, porque la licion es un razonamiento seguido con que el candidato manifiesta que está instruido en la materia; pero los engaños y apariencias, que, como diximos, suele haber en tales razonamientos seguidos, se descubren con los argumentos que hacen los contrarios, y con el modo de responder y satisfacer á ellos; y fuera conveniente que en todas las Escuelas se introduxese la loable costumbre de la de Valencia, donde el respondiente, concluido el argumento del contrario, le resume y le satisface solo, y de espacio, para que el concurso conozca que ha entendido la dificultad, que se ha hecho cargo de ella, y se vea, si la solucion, ó satisfaccion que da, es cumplida, puesto que en la seguida del argumento no se puede esto conocer con tanta claridad.

28 Y como a ellos no les pareció tener a Dios en cuenta, Dios los entregó a perverso entendimiento, para que hicieran lo que no conviene, 29 atestados de toda iniquidad, de fornicación, de malicia, de avaricia, de maldad, llenos de envidia, de homicidios, de contiendas, de engaños, de malignidades, 31 necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia;

Europa ha aplaudido cuando las naciones del occidente sacrificaron en América millones de indios y no por cierto para fundar naciones mucho más morales ni más pacíficas; allí está el Norte con su libertad egoista, su ley de Lynch, sus engaños políticos; ¡allí está el Sur con sus repúblicas intranquilas, sus revoluciones bárbaras, guerras civiles, pronunciamientos, como en su madre España!

La comedia, que lleva el raro título de Floresta de engaños, es poco notable por el plan, pero superior en algunos rasgos aislados, componiendo una serie de escenas cómicas, llenas de astucia y travesura, aunque sin verdadera unidad dramática, puesto que el lazo, que las une, es sólo la semejanza del asunto y el nombre común á todas ellas.

El sólo encontraba aceptable en este bosque infinito de casas el vino de Gallina y sus sabrosos guisos. Habló el Lobato al espada, ayudándole con sus indicaciones a escoger las dos reses. El mayoral no mostraba asombro ni respeto ante estos nombres famosos tan admirados por las gentes. El pastor de toros casi despreciaba al torero. ¡Matar a unos animales tan nobles con toda clase de engaños!

Bajo otros puntos de vista se puede comparar a la trapera con la muerte: en ella vienen a nivelarse todas las jerarquías: en su cesto vienen a ser iguales como en el sepulcro Cervantes y Avellaneda; allí, como en un cementerio, vienen a colocarse al lado los unos de los otros: los decretos de los reyes, los quejidos del desgraciado, los engaños del amor, los caprichos de la moda; allí se reúnen por única vez las poesías, releídas, de Quintana, y las ilegibles de A *; allí se codean Calderón y C *; allí van juntos Moratín y B *. La trapera, como la muerte, equo pulsat pede páuperum tabernas regumque turres.

Mira que con el Padre Paulí no valen engaños: que hasta llega un pajarito que me cuenta todo lo que hacen las niñas embusteras, y que yo cuándo me dicen la verdad y cuándo me mienten. Pepita comenzaba á sentirse intranquila ante la sonrisa interrogante y maliciosa del confesor. Aquel hombre lo adivinaba todo, según afirmaba su madre. Con él de nada servían los tapujos.

Palabra del Dia

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