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Actualizado: 8 de septiembre de 2025
Se acercaba el momento decisivo. Sarto y yo habíamos acordado, tras ansiosas conferencias, arriesgar el golpe; afirmándonos en esta resolución las malas noticias que Juan nos daba sobre la salud del Rey, que palidecía y se debilitaba con aquel prolongado encierro.
Antes soltará un ala de las entrañas; empeñada y resentida anda conmigo, y mucho será que no tengamos encierro, duende y comedia para rato... y cada minuto me parece ahora una eternidad; anímate, hijo, y cuenta por tuya una razonable cantidad de los de á ocho y una bandera en los tercios de Italia. Os cojo la palabra. Entonces, si quieres cogerme, suéltame. Os soltaré, ¡vive Dios!
La encontró hecha una mozuela que se salía de sus angostos hábitos de colegiala. Se lo hicieron notar también sus amigas de Madrid; y la dijeron que era un pecado mortal no vestirla ya «de señorita» y no sacarla del encierro donde no parecía bien.
El confesor, que era un reverendo fraile franciscano, bueno y crédulo, aprobó la conducta de la duquesa, y no sólo la aprobó, sino que la excitó á que la cumpliese cuanto antes. Preparáronse dos habitaciones y empezó el encierro. Cuando la duquesa se levantaba, llamaba.
Imposible hacer otra cosa en este encierro flotante, donde era inútil huir, pues al dar la vuelta al lado opuesto de la cubierta encontrábase el fugitivo con las mismas personas. Las conversaciones con la norteamericana empezaban a fatigar a Ojeda. Estos flirts sin resultado parecíanle monótonos, dulzones e interminables, como los salmos de una capilla evangélica.
Recordó que su hermana vivía en Ateca con su familia, y formó su plan. Escribió dos letras y algunos días después Clara entraba en el pueblo con el corazón rebosando de alegría. Benéfica reacción se verificó en su salud, y su espíritu, tanto tiempo abatido por el fastidio y el encierro, se reanimó con el pleno goce de la Naturaleza y el trato de personas alegres que la atendían y la amaban.
Luna gustaba de la existencia libre y sin leyes de la guerra con la avidez de un colegial que sale de su encierro; pero no podía ocultar la decepción dolorosa que le producía la vista de aquellos ejércitos de la Fe.
En cambio, el encierro enardeció y sobresaltó su temperamento y lo inclinó a los goces sensuales, buscando en ellos la compensación de los que la libertad, la instrucción y el trato social ofrecen.
Cuando al fin la encontró, tuvo que dedicar más de una hora á la limpieza de estas armas de lujo, que habían perdido su brillo de plata en el olvido de un largo encierro. Se sentía fatigado, y al mismo tiempo la consideración de su importancia ahuyentaba su sueño. El alma de aquel drama que se estaba preparando para el día siguiente era él, sólo él.
Se habían sentado un momento al borde del camino, agonizantes de cansancio, para respirar sin el peso de la mochila, para sacar sus pies del encierro de los zapatos, para limpiarse el sudor, y al querer reanudar la marcha les era imposible levantarse. Su cuerpo parecía de piedra. La fatiga los sumía en un estado semejante á la catalepsia.
Palabra del Dia
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