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Al sulfuro pertenecen: la alopecia, el coriza seco, la palidez de la lengua y de las encías, la sensacion de una bola que rueda en el vientre y el estreñimiento, síntoma opuesto al de las otras dos preparaciones.

Cuando se reía enseñaba no sólo los dientes, sino las encías también, lo que producía el efecto de que la risa rebosaba en todo su ser. Se reía con mucha frecuencia. Tenía voz de bajo profundo. No tardó en trabar amistad con todos los demás enfermos, y ocupó entre ellos un lugar de mucho relieve. Se constituyó en protector de sus compañeros de clínica.

En medio de los diversos síntomas de coriza y aun de angina, el enfermo arroja un moco sanguinolento y aun sangre pura por una ú otra nariz; los labios están secos, hendidos, escoriados; la boca de un color rojo oscuro y ardorosa; hay vesículas, aftas en la lengua, lo cual tiene lugar en los primeros dias y durante el período de flojedad que se prolonga indefinidamente; las encías están tumefactas, pálidas ó rojas, y sangran fácilmente; la faringe está irritada, escoriada y de un color rojo vivo ú oscuro.

Alumbre calcinado 3 Azúcar de leche 35 Carmín 3 Esencia de menta 3 Mezclar todo y darse en las encías. Carbón de leña pulverizado 50 gramos. Polvo fino de quinina gris 25 Tanino 3 Esencia de menta 1 Es la mejor preparación que se conoce para los dientes y las encías. PARA LOS OJOS. Se pone a macerar durante quince días Agua destilada 100 gramos. Sumidades de romero 6

Hay cierto espíritu de independencia en el pecado, que lo hace simpático cuando no es excesivo. Pocas son por el mundo las criaturas que, hallándose con las encías provistas de dientes, se deciden a no morder, o reconocen que hay un placer más profundo que el de hincar los dientes, y es no usarlos.

Los dos dientes que en sus encías quedaban, parecían correr de un lado a otro de la boca, asomándose tan pronto por aquí, tan pronto por allá, y cuando terminaba su perorata con un gesto de desdén supremo o de terrible sarcasmo, cerrábase de golpe la boca, los labios se metían uno dentro de otro, y la barbilla roja, mientras callaba la lengua, seguía expresando las ideas con un temblor insultante.

Pangloss, que á otro le tiña y se le caiga el pelo, que á otro le sobrevenga una debilidad en las encías y escupa los dientes y que á otro le ocurra cada tres días una indigestión molesta y apestosa, y sin embargo, ¿son estos percances á propósito para componer versos elegíacos?

La odontalgia se alivia por la aplicacion de paños calientes, y se agrava por la presion de los dientes de ambas mandíbulas; el dolor pasa por todos los grados, desde la sensacion de dentera como por ácidos, hasta violentas dislaceraciones. Las encías están encendidas ó pálidas, el epitelio corroido; sangran fácilmente.

Don Juan rumiaba, moviendo sus desdentadas encías a derecha e izquierda como una cabra vieja, y sus ojillos alegrábanse al ver comer a la familia, y especialmente a Juanito. Podían decir lo que quisieran ciertas gentes; pero él, don Juan Fora, propietario y paseante perpetuo, sostenía que nada hay como la cocina casera y el comer en familia. ¡Vaya un modo de tragar, hijos míos!

A la sazón, sus orejas parecían de cera, sus labios apenas cortaban, con una línea de rosa apagado, la amarillez de la barbilla, sus venas azuladas se señalaban bajo la piel, y sus encías, blanquecinas y flácidas, daban color de marfil antiguo a los ralos dientes.