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Actualizado: 20 de mayo de 2025


¡Pobre coronel!... Hasta entonces había procedido como el sacerdote que se embriaga con sus propias oraciones y en propio incienso, sin pensar á quién los dedica. Había preparado este acto con el fervor ciego de un profesional que reanuda sus funciones después de varios años de inacción, y sólo piensa en ellas, no acordándose del que se las encarga.

No su incomparable hermosura la cautiva, no la brisa matinal suave y fragante la embriaga. Una arruga profunda surca su frente, signo de intensa preocupación, de temor y de anhelo. Su faz, ordinariamente blanca, se tiñe ahora de carmín por la fatiga. Cuando menos lo esperaba, en una de las revueltas del retorcido camino se encontró con las primeras casas de la aldea.

Ser admirado constituye «la mitad» de su vida, acaso «toda su vida»; es una sed rara que, no habiendo de calmarse nunca, á ratos, sin embargo, parece satisfacerse con una gota: así lo más frívolo, una carta, un simple apretón de manos, nos embriaga. Ello explica las lágrimas que arrancó á Sara Bernhardt el asesinato de «monseñor» de Sibour.

No hay más hipocresía en los demás países: hay menos ingenio, aplicado á dar encanto á los goces ilícitos, á dar esplendidez á la sensualidad que se embriaga. Hay más ignorancia cuando se trata de llamar á la imaginacion para que haga de una ramera un personaje, una heroina, casi una gloria, una celebridad. Hay menos talento en hacer de un vicio una aristocracia.

En lo moderno, al contrario, las obras de literatura están como la mies en la era, sin que nadie haya separado aún el grano de la paja, ni lo que ha de ser alimento agradable y sano de la semilla desabrida o de la cizaña, que, en vez de deleitar y de nutrir, embriaga y causa vahídos.

La política es la gran culpable en la vida americana: fascina a los talentos jóvenes, los seduce y los esteriliza para la producción intelectual serena y elevada; los embriaga con la acción efímera, los gasta y los deja desencantados, imposibilitándolos para volver al culto de las letras, y esclavizados por la fascinación de la vida pública.

La música y la propia imaginación las embriaga; el negro del tambor se agita como bajo un paroxismo más intenso aún, y las mujeres, enloquecidas, pierden todo pudor.

En Oriente, a horas determinadas, la brisa del mediodía embriaga más poderosamente los sentidos del hombre que el vino de Tinos que se bebe con el nombre de malvasía; el corazón se funde como la cera; la voluntad se distiende, el espíritu se debilita. Si uno se esfuerza en pensar, las ideas se escapan como el agua que se va de entre los dedos.

Esto necesita explicación: los artesanos en general no se embriagan más que el domingo y el lunes, algún día entre semana, las pascuas, los días de santificar, y por este estilo: el zapatero de viejo es el único que se embriaga todos los días: ésta es la clave de la paliza diaria; el vino, que en otros se sube a la cabeza, en el zapatero de viejo se sube a las espaldas de la mujer: es decir, que se trasiega.

Hay vida y poesía en esas horas en que el calor abrasa; pera la vírgen tiene en el espacio inmóvil la mirada. Hija gentil de una región de fuego, acaso vuela su alma por el país de rosas del idilio cuyo perfume embriaga. Tal vez sueña en las dulces sampaguitas cogidas de las ramas, para ser el collar lleno de aromas en la linda garganta.

Palabra del Dia

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