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Actualizado: 1 de junio de 2025
Si fuese Dios, te diera los espacios, Y las nubes de grana y de topacios, Esos astros que pueblan los confines, Y el coro de celestes serafines, El mar, la luz, del cielo el embeleso, Tan solo por un beso! Voga, voga con ánimo valiente Empuñando el timon con firme mano, Y no te arredre ese murmullo vano Del vulgo necio y del motin rugiente.
Allí se sentaron dejando los caballos amarrados. Tristán se mostraba por momentos más tranquilo, más feliz y más tierno. No sé lo que me pasa, Clara mía murmuraba reclinado a sus pies y contemplándola con embeleso , pero me hallo distinto de lo que hace unos momentos era, distinto de lo que he sido toda la vida.
Hablaba el ermitaño del destino, de la justicia, de la moral, del sumo bien, de la humana flaqueza, de las virtudes y los vicios con tan viva y penetrante eloqüencia, que Zadig por un irresistible embeleso se sentia atraído hácia él, y le rogó con ahinco que no le dexara hasta que estuviesen de vuelta en Babilonia.
Después de aquella noche del baile, origen de aquel amontonamiento social en que vivían cómicos, alemanes y gente de su casa, su Emma, el tío, él mismo; después de aquella noche en que él, si no fuera enemigo de admitir intervención directa, en sus asuntos, de lo sobrenatural, hubiera visto la mano de la Providencia, la revelación del destino, ¿había estado a la altura ideal de las grandes cosas que había soñado? No, de ningún modo. Había vuelto a claudicar; se había dejado arrastrar con todos los demás a la vida fácil, perezosa, del vicio, y había llegado a ver con embeleso a su querida en la casa, a la mesa de su esposa, y había llegado a figurarse legítimas tales abominaciones con aquella filosofía de los semiborrachos de sobremesa, que en otro tiempo le parecían inspiraciones poéticas, moral artística, excepcional, privilegiada. ¡Y él era el mismo que había sentido, oyendo cantar a Serafina una canción a la Virgen, que en sus entrañas encarnaba un amor divino! ¡
Y viéndolos desfilar tan hermosos, tan brillantes y risueños, permaneció atónito, arrobado con tal expresión de estúpido embeleso, que si Flora no estuviese tan conmovida y hubiese vuelto hacia él su rostro, le suelta sin remedio una carcajada.
Si el bello panorama del N.-O. que teníamos al frente, en direccion á Lucerna y el valle de Reuss, nos ofrecia constantemente motivos de embeleso, los mil graciosos objetos del camino en sus vueltas y revueltas, y las praderas, los bosques, verjeles y cortijos que lo orillan á uno y otro lado, nos produjeron mil dulces emociones, que eran con usura la recompensa de las fatigas de la marcha.
Tía, todavía estoy en el período de... de observación... Esta pléyade de sílfides me causa un cierto embeleso... Usted comprende que es natural. Sí, es natural... Yo no te pido que te decidas inmediatamente... pero, en fin, hace ocho días que vives en la intimidad de ellas... ya habrás sentido alguna impresión... principiará a manifestarse alguna preferencia...
Como aquella señora había ocupado una regular posición, contaba con embeleso cosas del mundo y sus pompas, de los saraos a que asistía, de los muchos y buenos vestidos que usaba. Porque su marido era comerciante de novedades, hombre inferior a ella por el nacimiento; como que su papá era oficial primero de la Dirección de la Deuda.
Esto es, punto más, punto menos, lo que acerca de esta columna cuenta la tradicion, y no deja en verdad de ser un consejo provechoso. Parece imposible que este bosque tan concurrido, tan guardado, el paseo de la alta sociedad de Paris, el refugio y el embeleso de las gentes de coche y librea, haya sido un tiempo guarida de asesinos y de ladrones.
917 La hallé una vez de amasijo; estaba hecha un embeleso, y le dije: "Me intereso en aliviar sus quehaceres, y ansí, señora, si quiere yo le arrimaré los güesos." 918 Estaba el ñato presente sentado como de adorno; por evitar un trastorno ella, al ver que se dijusta, me contestó: "Si usté gusta, arrímelos junto al horno."
Palabra del Dia
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