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Actualizado: 29 de junio de 2025


Tan embebido me hallaba en este linaje de visiones, que ni siquiera me enteraba de los informes que iba dándome mi tío sobre cada cosa de las principales del cuadro.

Entró Sancho, y el cura y el barbero se despidieron de don Quijote, de cuya salud desesperaron, viendo cuán puesto estaba en sus desvariados pensamientos, y cuán embebido en la simplicidad de sus malandantes caballerías; y así, dijo el cura al barbero: -Vos veréis, compadre, cómo, cuando menos lo pensemos, nuestro hidalgo sale otra vez a volar la ribera.

Acompañad á ese templo al mas fervoroso creyente en Jesucristo sin decirle que aquella es la catedral cristiana: entrará con la cabeza erguida y cubierta, levantará la voz, no doblará nunca la rodilla. Admirará la obra del arte; y embebido en la contemplacion de tantas maravillas, lo olvidará todo para pensar tan solo en el Profeta.

En efecto, D. Fadrique entró en la iglesia y se puso á buscar al poeta, á la sombra de los pilares y en los sitios donde menos se nota la presencia de alguien. Pronto le halló, detrás de un pilar y no lejos del altar mayor. Parecía D. Carlos tan embebido en sus oraciones ó en sus pensamientos, que nada del mundo exterior, salvo Clara, podía distraerle ni llamarle la atención.

El ama de llaves fomentaba esta inclinación porque Flora era con ella tan tierna como respetuosa. Embebido en estas imaginaciones se hallaba cuando sonaron en la puerta dos golpecitos discretos. Dió un salto en la cama y preguntó despavorido: ¿Quién va? El capitán era bravo, pero vivía con la perpetua pesadilla de los ladrones. Un día ú otro esperaba el asalto.

Y fue que don Baltasar de Peralta, no porque mi madre se hubiese casado había matado, o por lo menos sujetado a los preceptos de la virtud, de la religión y de la honra, que en son unos mismos, aquel su amor tirano y voluntarioso que a mi madre había tenido y tenía, sino que muy contrariamente, dejó a la rabia y a los celos, sin intentar siquiera combatir con ellos, que este amor aumentasen; no dejaba la ida por la venida a la calle del Hombre de Piedra, y pasaba en ella, oculto por una esquina, o embebido en el hueco de una puerta, luengas horas, particularmente de noche, ansiando ver a aquella que era la agonía de su vida, la desesperación de su alma y el sujeto de todos sus pensamientos.

Abrió la puerta una gorda maritornes, pues Felipe, siempre infantil y candoroso, había conservado la costumbre de hacerse servir por una mujer. En aquellos momentos estaba en su despacho, con los codos apoyados en la mesa, la cabeza entre las manos, y los dedos ferozmente hundidos en el cabello, embebido en la formidable cuestión de la pared medianera.

La furia del exercito presente, Que olvidado de gloria y de trofeo Yace embebido en la lascivia ardiente: Esto solo pretendo, esto deseo Volver á nuevo trato á nuestra gente, Que enmendado primero el que es amigo, Sujetaré mas presto al enemigo. Mario? Sale GAYO MARIO. Señor?

Tenía el suelo patrio embebido en la masa de la sangre, y por donde quiera que andaba con sus imaginaciones y sus discursos, iba a parar a él, y de él hablaba hasta con la lengua extraña de los poetas o de los historiadores o de los geógrafos de la antigüedad que le habían traído a cuento en sus estrofas o en sus libros inmortales.

La pobre chica, avergonzada y fuera de , no sabía cómo substraerse a las miradas de Arturo. Pero ¡ay! tomábase, por pudor, un cuidado completamente inútil: el Conde no la miraba; embebido por entero en una idea que parecía excitar su despecho y su cólera, recorría a grandes pasos el aposento, y acabó por tropezar con un jarrón de porcelana, que saltó hecho pedazos.

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