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Actualizado: 4 de junio de 2025
Tintay mascaba tanto como Tenten, con la diferencia que este tenía siempre la boca llena de buyo, mientras que su cara mitad se las arreglaba con las hojas de Cagayan. Una de las tardes en que Tintay asomó su arrogante figura al batalan, noté en ella ese embarazo propio de toda india que quiere pedir algo á un castila.
No fue en verdad, sin algún embarazo y aún con ligera angustia, que Beatriz fue al día siguiente a casa de la vizcondesa de Aymaret, a quien deseaba comunicar de viva voz su formal compromiso con Fabrice.
Alejandro se daba un tono insoportable para con los de su clase, con motivo de sus nuevos amores; y la francesita, aunque estaba lejos de ser una doméstica como las de Zola, no tenía el más mínimo embarazo en desempeñar todos los servicios de su ama y en adorar a Alejandro, sin la más mínima limitación.
¿Y me esperabas decidida á todo, luz de mi vida? dijo el duque fingiendo siempre la voz y haciendo una violencia para enamorar á la doncella. Sí; sí, señor; pero vos no pensaréis mal de mí dijo con cierto embarazo Esperanza. No, de ningún modo dijo con impaciencia el duque ; ¿tienes la llave? Sí, señor, trabajo me ha costado quitarla del manojo del conserje... pero ya está aquí.
Y, en efecto, tal maña se dio para apretarse que nadie pudo presumir que aquella mujer tuviese una criatura en sus entrañas. ¡Qué sustos, qué congojas las del conde mientras duró el embarazo! Si alguien la miraba con insistencia, ya estaba temblando; si en el curso de la conversación un tertulio hacía alusión a algún parto disimulado, se ponía pálido, pensando que podía ser una indirecta.
Pero el proceder de Mabel de venir aquí a verse con este hombre, fuera quien fuera, me llenaba de confusión y embarazo. ¿Por qué no se veía en Londres con él? cavilaba yo. ¿Sería tan poco presentable este novio, que su aparición en Londres fuese cosa imposible?
¡No lo haga usted! exclamó y después prosiguió con voz muy apagada: Pues bien, sí... Simón es hijo suyo... Cuando volvió Princetot después de una ausencia de dos meses, yo estaba ya casi segura de mi embarazo, y hasta me alegraba de ello, tan hundida en el pecado vivía entonces, de tal modo me había usted conturbado el espíritu; estaba contenta además de que mi hijo fuese también hijo de usted... El amor me había endurecido la conciencia, y sin escrúpulo ninguno procuré engañar a mi marido.
Y, cosa singular, se necesitó de este adverso incidente para aliviar el embarazo que la partida comenzaba a sentir, y su audacia natural se recobró con el regreso del anfitrión. No intentaré contar los chistes del banquete de Nochebuena.
Por otra parte, es tan grande el número de las que poseemos, que acaso sea más fácil vernos en no pequeño embarazo por la abundancia de materiales, siendo necesario ordenarlos y ofrecerlos con claridad en su conjunto.
Y el púdico señor Vicente se fijaba en el abultado abdomen, sin escrúpulo alguno, como si la maternidad fuese una función falta de origen, en la que para nada intervenía el amor. Sospechaba, en sus piadosas fantasías, si este embarazo ocultaría algo sobrenatural, un prodigio de la voluntad divina.
Palabra del Dia
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