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Actualizado: 9 de junio de 2025


Sabe descubrirnos los abismos más recónditos del corazón; guiarnos por sus más ocultas sendas; revelarnos todas sus simpatías y antipatías; retratarnos todas sus modificaciones y estados de la manera más elocuente, con la particularidad de que los rasgos aislados de que se vale, constituyen una imagen completa y un individuo vivo y distinto.

La joven le leyó, se dominó, se puso pálida, y miró con una elocuente ansiedad á la reina. , ; ve amiga mía dijo la reina ; pero no te olvides de decir á doña Juana que la espero para volverme á mi cámara. Doña Clara se arrojó á los pies de la reina, y la cubrió las manos de besos y lágrimas. Luego se levantó y dió á correr, como una loca, hacia sus habitaciones.

Por lo demás, que en el fondo de su conciencia se creía agudo, elocuente, sutil y travieso, ya lo sabemos. ¿Cómo dudar que fué el primero en comprender que nadie era más digno de ejercer el cargo que quería confiársele? Pero se guardó muy bien de darlo a conocer. Al contrario, hízose el pequeño y el indigno, y hasta pidió toda aquella noche para reflexionar.

Total; que cuando acudas pidiendo socorro ya será tarde, y esas personas te dirán: 'Entiéndete ahora, húndete, y cúbrete de vergüenza y date a los demonios'». Pronunciada esta elocuente filípica, continuó la señora un buen espacio de tiempo dando resoplidos, y Fortunata no levantaba los ojos de su costura.

Era Xuantipa, la mujer legítima del agudo, elocuente y fogoso zapatero. El nombre Xuantipa provenía, por contracción, de Xuana la Tipa, alias o apéndice adquirido por herencia paterna.

Anselmo, jóven aficionado al estudio de las altas cuestiones de legislacion, acaba de leer un elocuente discurso en contra de la pena de muerte.

Lo mismo he dicho yo replicó la dama, queriendo expresar con elocuente mohín y alzamiento de hombros la sordidez de su marido . Pero váyale usted a Bringas con esas ideas. Dice que no, que los oculistas no van más que a coger dinero... Y no es que a él le falte.

Aquella muda, pero elocuente página de muerte y destrucción, seguramente ocupaba un lugar importante en la leyenda de la Virgen de las Angustias. ¿Cuál sería aquel? Hasta la fecha en que escribo no he podido averiguarlo.

No reconocía entre todo el clero vetustense más superior que el Magistral, a quien consideraba más que al Obispo; «era todo un gran hombre que por humildad vivía postergado». El Magistral trataba a la de Rianzares como a una reina, según el Arcipreste, o como si fuera el obispo-madre; ella se lo agradecía y se lo pagaba siendo su abogado más elocuente en todas partes.

Si la justicia quiere ser respetada, es preciso que sea humana. ¡Si no, será arrastrada por el impulso general! ¡Bravo! Marenval, exclamó Vesín, llega usted á ser elocuente. ¡Adelante, héroes! ¡Combatid! ¡Mis votos os acompañen! Usted está retirado de los negocios; la empresa que ahora acomete le entretendrá. Más vale esto que jugar al poker ó que tallar en el baccará.

Palabra del Dia

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