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Actualizado: 19 de junio de 2025
Sonreía la enferma, sonreía tía Pepilla, y yo me paseaba por la estancia, afectando la gallarda apostura de un jinete admirable. Una hora después salía yo de la casa del señor Fernández. Presenté la tarjeta del doctor y fuí recibido perfectamente. El hacendado me hizo pasar a su despacho, una pieza elegantemente ajuarada. En dos por tres quedamos arreglados. Le espero a usted el día quince.
En estas ruinas es donde debo habitar. Mi departamento compuesto de tres piezas, elegantemente tapizadas de azul, se prolonga encima de la puerta de una torrecilla á la otra. Esta melancólica morada no deja de agradarme; ella conviene con mi fortuna.
Sobre sus mismos ribazos se descubren algunas vírgenes selvas, entre cuyo follage de diversos tintes sobresalen los penachos de los agigantados mambúes ó cañas tacuaras, contrastando con la hoja elegantemente recortada de los lambaibas, ó con el verde oscuro de la palmas motacúes.
Pues yo estuve dos días con un catarro, pero ya pasó. Siéntese usted, criatura, que me da pena verle en pie. Godofredo Llot, elegantemente vestido, y con el mismo rostro nacarado y candoroso de siempre, obedeció a la invitación y se sentó frente a la prendera. ¿Y cuándo es la boda? preguntó ésta después de algunas frases insignificantes. El hijo predilecto de la Iglesia sonrió lleno de confusión.
Cabalgaba elegantemente, con una gallardía árabe, como si hubiese nacido sobre los lomos del corcel y éste y su jinete formasen un solo cuerpo. ¡Olé, los caballistas! gritó Fermín al reconocerle. Buenos días, Rafaelillo. Y el jinete paró su caballo de un tirón que le hizo tocar con las ancas el suelo, al mismo tiempo que levantaba las patas delanteras.
En el Congreso de Diputados, poco menos; y tomando motivo de estos actos, nuevos ditirambos de la prensa periódica al «llorado prócer». Por último, su retrato en la primera plana de La Ilustración, con la correspondiente biografía un poco más adentro... y una elegía elegantemente triste del poeta Aljófar.
¿Es posible cansarse de verlo recto y ligero sobre el agua, con sus formas esbeltas y estrechas, su alta armadura un poco inclinada hacia atrás, que le da un aire tan coquetón y tan marinero? ¿cómo no admirar su velamen fino y ligero, con sus amplias piezas, sus gavias y sus juanetes tan elegantemente sesgados, y esas barrederas que se despliegan sobre sus flancos graciosas como las alas del cisne, y esos foques elegantes que parecen voltear al extremo de su bauprés, y su línea de veinte carronadas de bronce, que se dibuja blanca y negra como los lados de un juego de damas?
Vinieron en socorro suyo don Rosendo y don Melchor de las Cuevas, don Rudesindo y el párroco de la villa, que espontáneamente le asignaron tres pesetas diarias mientras no cantase misa. Mas al cursar el segundo año de Teología, recibieron estos señores del seminarista una carta elegantemente escrita.
Sus preocupaciones de europeo le hicieron sentir extrañeza al ver junto a los negros mal pergeñados y las negras hinchadas, de jeta monstruosa, con un pañuelo arrollado sobre la cabeza crespa, otros de la misma raza vestidos elegantemente, moviendo con petulancia su bastón y con una flor en la solapa.
Palabra del Dia
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