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Actualizado: 14 de junio de 2025


¿Ha tosido usted? preguntó el excusador, sentándose. No... la he pasado toda llorando. El clérigo la miró estupefacto. ¿Cómo es eso, hija mía? Obdulia se llevó el pañuelo a los ojos y no contestó. Al cabo de un largo silencio dejó caer el pañuelo, se apoderó de una mano de su confesor y la besó con efusión repetidas veces y la llenó de lágrimas, exclamando: ¡Soy muy desgraciada!

dijo la de Ribert muy animada, y además no le gustaba a usted... Absolutamente nada exclamé con una seguridad inmutable. La de Ribert y Genoveva me abrazaron con efusión, y las dejé para volver a mi casa.

Todo lo advirtió el hijo del brigadier de una sola pero intensa mirada, y no sin pena, recordando el antiguo esplendor de su casa. ¡Oh, mamá! ¿cómo sigue V.? dijo avanzando con efusión hacia ella. Bien, ¿y , Miguel? contestó tendiéndole una mano. Miguel, que iba decidido a abrazarla, se detuvo ante aquella actitud y se contentó con tomarle la mano y apretarla contra su pecho.

Pues... siempre.... Ya sabes que te quiero mucho, ¿verdad?... Eres una santa, niña, una santa muy hermosa. Ella, con la incomparable sorpresa de aquel lenguaje cálido y ferviente, llena de efusión murmuró: eres bueno....

Examina al príncipe con una mirada errante, detiene los ojos en su brazo rígido, estrecha después con efusión su mano izquierda. Usted es un hombre, Lubimoff. Usted sabe hacer las cosas... Y en estas palabras hay un reproche contra él, que no puede despegarse de Monte-Carlo, que aquí vivirá y morirá haciendo siempre lo mismo. Sin embargo, este es un gran día.

El ventero tornó a reforzar la voz, pidiendo favor a la Santa Hermandad: de modo que toda la venta era llantos, voces, gritos, confusiones, temores, sobresaltos, desgracias, cuchilladas, mojicones, palos, coces y efusión de sangre.

En efecto; la capa del señorito de Santa Cruz tiene un siete tremendo, y debajo de ella asoma la americana con los ribetes deshilachados, corbata mugrienta, y el cuello de la camisa de dos semanas... Entonces ella se deja caer sobre él, y le dice con efusión cariñosa: «Alma mía, yo trabajaré para ti; yo tengo costumbre, no; planchar, repasar, servir... no tienes que trabajar... yo para ti... Con que me sirvas para ir a entregar, basta... no más.

De allí, , de allí venían aquellos lamentos que trastornaban el alma de la Delfina, produciéndole un dolor, una efusión de piedad que a nada pueden compararse. Todo lo que en ella existía de presunción materna, toda la ternura que los éxtasis de madre soñadora habían ido acumulando en su alma se hicieron fuerza activa para responder al miiiii subterráneo con otro miiii dicho a su manera.

Tomaron apresuradamente chocolate, y después de haber besado a Josefa con efusión, la presunta monja salvó la puerta y se deslizó rápidamente por la calle abajo. Diez minutos después salió el P. Gil. La noche estaba oscura y húmeda. Había llovido bastante. La calle, llena de charcos; la carretera, de lodo.

Mi vida será así ejemplo y dechado para los que aspiren, como yo, a salir de la esfera tempestuosa de la vida y de las mudanzas sin fin, y busquen la paz eterna. Obra fatal de Amor, efusión de su esencia divina fue este Universo tan lleno de dolor. Sean obra reflexiva de Amor el aniquilamiento, el silencio y el reposo que nos salven del tumulto y de la guerra.

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