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La de S. Cipriano, que no se sabe qué lugar ocupó; célebre por haberse educado en ella los mártires Emila y Jeremías; por haber tenido de presbítero al ilustre Leovigildo, escritor del tratado de habitu clericorum, compuesto por escitacion de sus compañeros los otros clérigos de la misma iglesia; célebre tambien por haber sido hospedage de los monges Usuardo y Odilardo del monasterio de S. German de Paris, cuando vinieron á Córdoba en demanda de las santas reliquias de los mártires Jorge y Aurelio enterradas en el monasterio de Peñamelaria.

Ignoro, señora Vizcondesa, cómo la ha educado usted, pero afirmo que lo que sucede no tiene sentido común. ¡Señor!... Cecilia ha leído mis obras. Eso quería yo decir. ¡General!... Olvida usted... Dice usted bien. Olvido que la cena nos aguarda.

Estoy segura, y hemos sido muy locos al no pensar en ello. ¡Dios mío! Sin esa imprevisión imperdonable, no hubiera ciertamente educado a Blanca aquí con él. ¡Oh! no sientas lo que has hecho, Hermancia; no sientas haber salvado a tu hermano de la desesperación...

"Nadie puede ahora hacerse una idea de lo que fue el estado mental de un hombre en el siglo IX," dice Huxley. Por más altamente educado que fuese, su vida era un campo de permanente entre santos y demonios por la posesión de su alma.

¿Y el joven? preguntó la abuela. ¡Ah! es verdad; olvidaba hablar del joven... Pues bien; ese caballero me parece perfecto. Hasta ahora ignoro su nombre y sólo que es un industrial del norte del departamento. Linda fábrica de familia, grandes esperanzas, 31 años, bien parecido, buena salud, bien educado, principios religiosos...

El objeto de sus preocupaciones era un joven, casi de su edad, el ingeniero Taboada, que se había educado en los Estados Unidos y tenía la pretensión de exigir que se implantase de golpe en Méjico todo el sistema democrático, con su respeto á la ley y á las opiniones ajenas, que había conocido en la vecina República.

Habíase educado en un colegio de jesuitas, permaneciendo allí hasta los diez y ocho años, casi los que ahora representaba, aunque hubiese cumplido los veintitrés. Sus maestros le habían inculcado tan profundamente el sentimiento religioso, que apenas vivía más que para darle desahogo.

Por el contrario, te quiere mucho y dice: «¡El pequeño Lionel es muy agradable, está muy bien educado y no hace la corte a las mujeres casadas...!» Me cree un calabacín, ¿no es eso...? LINE. ¡A ver si le vas a guardar rencor por eso...! Sospecha del mayor Wetherley, un norteamericano que me trae frita, y está convencido de que este yanqui tiene suerte con las mujeres.

Estaba en aquel momento tan atroz, tan monstruoso, que perdí la cabeza. ¡No quiero permanecer á merced de usted!... ¡Le tengo miedo! Su amistad es tan temible como su odio. Déjeme usted marcharme; será de mi lo que Dios quiera, pero separémonos... Me cogió un brazo y, perdiendo todo disimulo, dejó de ser el hombre bien educado que yo había conocido y se volvió grosero y brutal.

D. Diego: si usted, en vez de ser un muchacho apocadito, educado a la antigua y sencillo como un fraile motilón, fuera un hombre atrevido, arrojado..., pues..., como somos todos aquellos que no hemos recibido la educación de Grandes de España; si usted se echara de una vez fuera del cascarón de huevo en que le ha empollado la ciencia de D. Paco y los mimos de sus hermanitas, ahora podríamos lanzarnos a una aventura deliciosa.