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Actualizado: 17 de julio de 2025
Y diciendo esto se le representaron en la imaginación figuras y tipos interesantísimos que en novelas había leído. ¿Qué cosa más bonita, más ideal, que aquella joven, olvidada hija de unos duques, que en su pobreza fue modista de fino, hasta que, reconocida por sus padres, pasó de la humildad de la buhardilla al esplendor de un palacio y se casó con el joven Alfredo, Eduardo, Arturo o cosa tal?
Toda la antedicha meditación, expuesta a escape para, no pecar de prolijo, ha valido para aquietar mi espíritu, después de leer las Odas de D. Eduardo Marquina, y para afirmar, sin escrúpulo de conciencia, que me parecen bien y que son obra de verdadero poeta.
Y para no quedar mal nos vimos obligadas a reunir cada día todas las monedas que había en la casa, y registrarle los bolsillos a Eduardo, hasta conseguir poco a poco llenarla. Pero lo más grave es, para mí, que viviendo en esta forma una no tiene oportunidad de conocer mozos y hallar alguno a quien querer.
Viva y honda es casi siempre la percepción que el poeta tiene de lo grande y de lo hermoso de la naturaleza, y no pocas veces sabe comunicarnos el propio sentimiento suyo con maestría y sobriedad vigorosa. Aprobemos, pues, las Odas de D. Eduardo Marquina.
Fundamentos de la moral, vertida directamente del inglés, por Siro García del Mazo; 4.º, 1881, 5 y 5,50 pesetas. Los primeros principios, traducción de José Andrés Irueste; 4.º, 6 y 7 pesetas. Principios de Sociología; traducción de Eduardo Cazorla, 1883, 2 tomos 4.º, 14 y 15,50 pesetas. Pepita Jiménez; 2,50 y 3 pesetas. Doña Luz; 2,50 y 3 pesetas.
Yo no poseo, respondió Martin, la balanza con que pesaba ese señor Panglós las miserias, y valuaba las cuitas humanas; pero sí presumo que hay en la tierra millones de hombres mas dignos de lástima que el rey Carlos Eduardo, el emperador Ivan, y el sultan Acmet. Bien puede ser, dixo Candido. A pocos dias llegáron al canal del mar Negro.
Henrique Morgan, el de 1669, Carlos Henrique Clarke, el de 1670; y el de 1680, Bartolomé Charps, Juan Guarlen, y Eduardo Valmen saquearon los puertos y lugares abiertos de las costas del Perú y Chile.
Son muy interesantes tambien las tumbas de Eduardo el confesor, rey anglo-sajon, de Enrique III y Enrique V, de la desgraciada cuanto terca María Stuart, y de Isabel, su sobrina, su rival y verdugo, de Jacobo I de Inglaterra, Cárlos II, hijo de un monarca decapitado por sentencia de su pueblo, y de Jorje II, que engrandeció á su patria con el apoyo de los talentos de Walpole y el primer Pitt.
Pues también tiene fama de modesto y apacible como una dama su señor el de Morel; y la verdad es que ni uno ni otro aguantan moscas. ¡Cáspita con el mozo! Abundante y bien servida era la mesa de los escuderos en la abadía de San Andrés desde que el príncipe Eduardo estableció su corte en aquel histórico edificio.
José Luis se resintió y ella, extremosa como es, quiso a toda costa dejar la estancia y escribió a Eduardo pidiéndole que fuera a buscarla. Ya ellos mismos no pudieron entenderse como antes; además, se terminaban las vacaciones y como ella estafa todavía en la Santa Unión, pasó un año; él se fue a Europa y todo concluyó así... ¡Oh, es seguro! ¡La felicidad de Laura la deshizo Zoraida!
Palabra del Dia
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