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Actualizado: 17 de julio de 2025
San Eduardo se casó por razón de Estado, porque los grandes del reino lo exigían, y sin inclinación hacia la reina Edita; pero en él y en Pepita Jiménez no había razón de Estado, ni grandes ni pequeños, sino amor finísimo de ambas partes. De todos modos no se negaba D. Luis, y esto prestaba a su contento un leve tinte de melancolía, que había destruido su ideal; que había sido vencido.
D. Luis, cuando Pepita se le rendía, tuvo pues que imitar a Booz y exclamar: Hija, bendita seas del Señor, que has excedido tu primera bondad con ésta de ahora. Así se disculpaba D. Luis de no haber imitado a San Vicente y a otros santos no menos ariscos. En cuanto al mal éxito que tuvo la proyectada imitación de San Eduardo, también trataba de cohonestarle y disculparle.
Ignoro, y no pretendo investigar aquí, de qué doctrinas filosóficas, religiosas o irreligiosas, sociales y políticas, expuestas en prosa por pensadores extranjeros, o de qué exaltadas composiciones poéticas, venidas de otros países, proceden el sentir y el pensar de don Eduardo Marquina. Claro está que no tiene principio en él el impulso que le mueve.
No estará de sobra tampoco que el Sr. D. Eduardo Marquina cuide con mayor detención y esmero del aseo y aliño de su Musa cuando la saque a relucir nuevamente. PRIMER MARQU
Amigo tuyo, condiscípulo tuyo.... ¿Pepe López? No. Diga usted, tía.... Adivina. ¿Eduardo, el hijo del alcalde? No. Eduardito es un pedazo de alcornoque. ¡El, el hijo del alcalde, prendarse de una muchacha pobre? ¡Cuándo! El enamora a Gabrielita Fernández.... ¿A la jovencita rubia, la que toca muy bien el piano? ¿Ya la conoces? El otro día la vi en la reja. ¡Guapa! ¿No es verdad?
Y en el presente siglo, Tomas Colb, el año de 1708; Juan Chilperton el de 1720; Eduardo Wernon el de 1740; y el de 1741 el vice Almirante inglés, Jorge Anson; y en fin el viage del comandante Byron, hecho al rededor del mundo, y la descripcion puntual que de órden del almirantazgo egecutó del Estrecho, mencionando sus bahias, puertos, rios y ensenadas, el año de 1764.
La república determinó de venir en lo que el rey mandaba, y respondió, que habia sentido lo que Eduardo de Oria su general hizo con Berenguer de Entenza; y que fué motin de la gente vil de las galeras el que causó tan grande exceso; que no se pudo atajar por los capitanes, y general, hasta después de ejecutado; que ellos pondrían desde luego á Berenguer en libertad, y nombraron once personas para que se juntasen con los deputados que el rey enviaria en el lugar donde fuese servido, para tratar de la enmienda que se habia de dar á Berenguer por los daños que habia recibido en la pérdida de las galeras, y en su prision.
Los desfiladeros de Navarra seguían en manos del vacilante Carlos, que había tratado de negociar á la vez con Enrique de Castilla y con Eduardo de Inglaterra; pero la mano de hierro del Príncipe Negro le obligó á ceder y dejar libres los pasos de la cordillera.
A pesar de lo horriblemente enfermo que me encontraba, tuve el tacto de continuar dormido, por lo que pudiera pasar. Sentí los brazos delirantes de mamá sacudiéndome. ¡Mi hijo querido! ¡Eduardo, mi hijo! ¡Ah, Alfonso, nunca te perdonaré el dolor que me has causado! ¡Pero, vamos! decíale mi tía mayor ¡no seas loca, Mercedes! ¡Ya ves que no tiene nada!
Musa epigramática y cancionero festivo popular, en donde figuran los más célebres epigramas de autores antiguos y contemporáneos y los más intencionados y alegres cantares del pueblo, etc., etc., con un razonado e interesante prólogo de D. Eduardo Bustillo, 1882, 8.º; 2 pesetas en toda España.
Palabra del Dia
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