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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Doña Manuela podía parecerle en ciertos momentos falta de dignidad; pero él echaba la culpa de todo a la maldita ambición, que la sumía en los enredos y trampas, donde dejaba a jirones poco a poco, por sostener el boato de familia, aquella altivez que tan bien le sentaba.
Doña Manuela echaba mano á la libreta para recordar los semestres que Pimentó llevaba atrasados.... «Venía á pagar, ¿eh?...» Y el socarrón, al oir la pregunta de la señora de Pajares, siempre contestaba lo mismo: «No, señora; no podía pagar porque estaba sin un cuarto. Sabía que con esto se acreditaba de pillo.
La asistenta se ha puesto mala, y he llamao a esa infeliz, que está cargá de hijos. El torero mostrábase inquieto, con una expresión en la mirada de zozobra y de miedo. ¡Maldita sea! ¡Toros en Sevilla, y para colmo, la primera persona que se echaba a la cara... una tuerta! Vamos, hombre, que lo que le pasaba a él no le ocurría a nadie.
El Jubilado se puso repentinamente serio y se le erizaron los bigotes de terror ante aquella salida de su hija; pero se tranquilizó inmediatamente al observar que el capitán, en vez de darse por ofendido, la pagaba con una sonrisa amorosa y lo echaba a broma como todos los demás.
Después que le dejaba bien convencido le despertaba y le echaba á la calle para cerrar la tienda. Igualmente había contribuído á aumentar su jovialidad el próximo matrimonio de su sobrina Eladia con Quino. El mozo le gustaba; tenía buena idea formada de su capacidad.
Echaba de menos aquella epidermis pringosa que los verdaderos billetes tienen; ¿pero cómo obtener esto? Pareciole imposible, aunque sus manos estaban muy bien preparadas para el objeto.
Andrés se las echaba de hombre de mundo, y apenas era hombre mundano; Andrés se las echaba de hombre libre de preocupaciones, y hasta mucho despues de aquellos venturosos dias no ha logrado verse libre de la preocupacion de no tener ninguna; Andrés se las echaba de hombre formal, y él era el único que mientras hablaba conservaba la cara séria, resalte el mejor de sus chistes.
Levantaba cautelosamente la cortina para echar los gemelos a la generala, que estaba en un palco platea, más hermosa que nunca, relampagueando como escaparate de joyería: tornaba al foyer; daba tres o cuatro paseítos, se tiraba por el bigote hasta arancárselo; volvía a la puerta de la sala, se arreglaba el cuello de la camisa, echaba una mirada a la solapa del frac, donde artísticamente estaba colocada la camelia, y otra a la mano de la generala donde brillaban una blanca y otra encarnada; pero no acababa de decidirse.
Desde el día en que entré a servir al jurisconsulto me propuse vivir aislado, lejos de los chismes villaverdinos que ya comenzaban a disgustarme, así es que a las horas de descanso me encerraba en casa, a leer o a conversar con Angelina, y únicamente los domingos por la tarde me echaba a vagar por los callejones, o me iba a pasar dos o tres horas en las orillas del Pedregoso o en las verdes laderas del Escobillar, de donde volvía cargado de helechos y flores campesinas.
¡Nada... nada! tartamudeó la señora de Ulloa . Se me figuró al abrir que estaba ahí dentro un perro muy grande, sentado, y que se levantaba y se me echaba para morderme.... ¿Si no los tendré cabales? Pues mire usted que juraría haberlo visto. ¡El dulce Nombre!
Palabra del Dia
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