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Actualizado: 29 de junio de 2025


Llevadme donde quiera que pueda ver, donde quiera que pueda sentir, donde quiera que pueda soñar con lo pasado: necesito aun estar ébrio de arte para olvidar el dolor de mis heridas.

Tómame todo: mi vida es tuya decía él ebrio de dicha. Te quiero, te quiero, Gonzalo, por lo hermoso, por lo fuerte... A ver, déjame poner una mano sobre la tuya... Qué disparate, ¡parece una hormiga! Una hormiga blanca replicaba él ahogando aquella diminuta mano entre las suyas grandes y fibrosas. Te quiero, te quiero, Gonzalo. Tómame en brazos. ¿Serás capaz de pasear conmigo así?

Maltrana, ebrio de café y de manteca, lo veía todo más hermoso, con repentina iluminación, al través de la nube azul del tabaco, y rompía a hablar de filosofía y literatura con juvenil vehemencia, asombrando a aquellos señores forasteros, que presentían en él a un futuro grande hombre, y ¡quién sabe si a un gobernante de cuando llegase «la nuestra»!...

Unieron sus argumentos uno y otro, como queriendo ocupar la atención de Nepo y Körner, a los argumentos de Körner y Nepo; y perseguido por aquella tremenda pesadilla, Bonifacio, muerto de sueño, ebrio de cólera, de fiebre y cansancio, se declaró en franca y acelerada fuga y se encerró en su cuarto, bien decidido, eso , a salir para Cabruñana al ser de día, acompañado de los papeles que el tío le había metido por los ojos.

Jamás te perdonaría haber venido a meterte entre Martín y yo; jamás te perdonaría el crimen que he cometido con él por culpa tuya. Ese crimen se alzará entre nosotros dos mientras vivamos. Te colmaría de injurias y de golpes cuando estuviera ebrio. Tu vida sería un infierno conmigo... ¿Qué dices ahora? Ella baja la cabeza como para someterse, y con las manos juntas exclama: ¡Llévame contigo!

Y a ratos, cuando sus manos se cansaban de acariciar las manos, los cabellos, las ropas de la muerta, se las llevaba al cuello con ademán violento, cual si quisiera estrangularse: entonces los criados, todas las personas que habían acudido, trataban de consolarle, de arrancarle a ese espectáculo cruel; pero él, con ímpetu salvaje, rechazaba a todos lejos de , extendía los brazos, se paraba, y después de recorrer con paso inseguro, cual si estuviera ebrio, el cuarto mortuorio, volvía a desplomarse junto al cadáver.

Justamente; tal es la sensación que todo habitante de las grandes ciudades experimenta en el campo, bajo la influencia del aire puro... El organismo, acostumbrado al aire enrarecido y contaminado de la ciudad, siente las consecuencias de una oxigenación más intensa, y como el oxígeno es el elemento vital, por excelencia, llegamos a la conclusión de que estás, Lorenzo, empezando a sentirte... ¡ebrio de vida!...

Tenme lástima, literato. ¡Yo estoy ebrio de vino, es verdad, pero lo estás de deseos y de impotencia...! Un ronco sonido terminó el diálogo; el cuerpo, cansado del esfuerzo, había caído al suelo; el órgano de la Providencia había callado, y el asturiano roncaba. ¡Ahora te conozco exclamé, día 24! Una lágrima preñada de horror y desesperación surcaba mi mejilla ajada ya por el dolor.

Id, id con Dios, señor Francisco, id con Dios, y hasta más ver. El cocinero mayor salió tambaleándose como un ebrio. Dorotea empezó á recoger en silencio sus joyas y sus trajes y á guardarlos en los cofres. Durante esta operación no habló una sola palabra. El tío Manolillo, sentado en un sillón, la miraba con ansiedad.

El recuerdo de aquellos momentos de gran ansiedad lo hizo ponerse en pie: se volvió en dirección al lago, echó a andar, extendiendo el brazo como en busca de un sostén, cual si estuviera ebrio. La dulzura del recuerdo lo embriagaba, , lo substraía a la tristeza presente. Pero la ensangrentada imagen reapareció y el corazón se le oprimió de nuevo.

Palabra del Dia

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