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Actualizado: 2 de julio de 2025


De estas despedidas volvía don Marcelo á su casa vibrante y con los nervios fatigados, como el que acaba de presenciar un espectáculo de ruda emoción. A pesar de su carácter tenaz, que se resistía siempre á reconocer el propio error, el viejo empezó á sentir vergüenza por sus dudas anteriores. La nación vivía, Francia era un gran pueblo; las apariencias le habían engañado como á otros muchos.

Las facultades mentales están decaídas, la inteligencia apática, versátil; la memoria es débil, el humor variable, y con mas frecuencia importuno é irascible; muchas veces hay ansiedad ó indecision, que es el carácter moral de las personas que hace mucho tiempo padecen ó que están sometidas á la instabilidad de una salud cada dia mas alterada, y entregadas á las dudas de su restablecimiento.

El conde se irguió decidido y amenazador: ¿Qué es eso? dijo con voz áspera. ¿Tenemos dudas? ¡Dios me perdone! ¿Acaso remordimientos? ¿Está usted loca? ¿Olvida usted en qué condiciones intervine para sacarla del atolladero cuando la enloquecía el terror? ¿Es que va usted á ser ingrata, querida? Eso sería una debilidad y una gran imprudencia.

Por suerte, con esto de la guerra no se usan las plumas... Estoy pobre, Miguel, pobre como no has conocido á ninguna mujer. ¿Y tu madre?... El príncipe hizo instintivamente esta pregunta. Después tuvo la sospecha de haber leído años antes, no sabía dónde, tal vez mientras vagaba por los mares, la noticia de la muerte de doña Mercedes. No estaba seguro; pero la hija le sacó de dudas.

Nada le hacía más daño, en aquellos momentos, que el recuerdo cercano de la Adriana transfigurada por misteriosa luz de bondad, y no podía soportar la suposición de que la bondad le hubiese nacido con el amor a Julio. A éste le exigiría, y tal era el propósito de su fracasada visita, un esclarecimiento definitivo para sus tristes dudas.

Lo que es yo quiero esperarlo, lo espero y desisto de hacer nuevas observaciones y de presentar otras dificultades y dudas, porque entonces sería mi artículo el cuento de nunca acabar; pero, a fin de determinar mi esperanza, fijándola, arraigándola, cimentándola y no dejándola en el aire para que el aire se la lleve, voy a poner aquí las principales conclusiones que yo saco de todo, ora sean favorables, ora adversas a la tesis del Sr.

Durante esos años, en que el hombre ignora la realidad de sus tendencias y la índole de aquello a que debe dedicarse, él, entre dudas y vacilaciones, pugnaba por determinar lo que sería, como si a todos permitiera la fortuna marcar el rumbo de su vida.

Si por un prodigio del cielo era Byron aquel hombre, había vuelto sin dudas al mundo dejándose en Nottingham su genio y su cojera, y trayéndose tan sólo la hermosura de sus veinticinco años y los vicios de toda su vida.

Once días escasos habían transcurrido entre las dos cartas. ¡Qué de sucesos!... ¡Qué de traiciones y vilezas! Sentía dudas sobre su personalidad: creía que durante este tiempo se había verificado en él un prodigioso desdoble.

»A todo esto, los días pasaban, la fiebre era imperceptible, y, sin embargo, la enferma, lejos de mejorar, se iba aniquilando poco a poco. El médico se impacientaba ya, porque no sabía a qué atenerse, y me miraba a y yo le miraba a él. Los dos teníamos las mismas dudas, ¡ay!, y los mismos temores. »La casa comenzaba a tomar ese aspecto fúnebre y sombrío de las grandes tristezas del hogar.

Palabra del Dia

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