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Actualizado: 13 de octubre de 2025
Todo el mundo le reconocía como insuperable descriptor de costumbres populares, como maestro en el diálogo, como dechado en el idilio rústico. De todas sus novelas podían citarse admirables páginas aisladas; algunos dudaban que hubiese encontrado la novela perfecta.
Como si la mirada y el gesto de Ferragut les hubiesen avisado con misteriosa sensación, los tres volvieron los ojos, fijándolos en el capitán. Luego empezaron á discutir entre ellos con una vehemencia que hacía adivinar sus palabras. «¡Es él!...» «¡No es!...» Aquellos hombres le conocían, pero dudaban al verle.
Por fin el instinto de conservación les hizo retroceder y salieron de una callejuela para entrar en otra, repitiendo la misma ceremonia. De pronto cesó de llover. Una aclamación inmensa, un grito de alegría y triunfo sacudió a la muchedumbre. ¡Vítol el pare San Bernat!... ¿Y aún dudaban de su inmenso poder los vecinos de los pueblos inmediatos?... Allí estaba la prueba.
El conde entregó su mano sonriendo. ¡Jesús, qué atrocidad! ¡Ciento treinta pulsaciones por minuto! Ningún condenado a muerte las ha tenido. No era verdad. El pulso estaba normal. Así lo manifestó el mismo Alcántara a los amigos haciendo una seña negativa. Alvaro no se alteró por la mentira. Poseído de su valor y convencido de que no dudaban de él, siguió con la misma vaga sonrisa en los labios.
La fragua, el yunque, la lima y el cincel producen preciosas obras de joyería, útiles maquinarias, variados artefactos y primorosos objetos de colección y adorno. Incrustaciones en el hierro y el acero he visto, que francamente, hasta mis ojos dudaban que tales hombres, y sobre todo con las herramientas que empleaban, pudieran hacerlas.
Contraían los ojos para dar mayor potencia a su visualidad; pasábanse de mano a mano los gemelos prismáticos, explorando el límite del Océano, sobre cuyo lomo se abullonaban tenues vapores. «Ya se ve Cabo Verde...» Otros dudaban. No eran las islas: eran simples nubes.
23 diciendo: Por cierto, la cárcel hemos hallado cerrada con toda seguridad, y los guardas que estaban delante de las puertas; mas cuando abrimos, a nadie hallamos dentro. 24 Y cuando oyeron estas palabras el sumo sacerdote y el capitán del Templo y los príncipes de los sacerdotes, dudaban en qué vendría a parar aquello.
Algunos dispersos habían llegado al Pergamino y unos proclamaban resueltamente la victoria, otros dudaban del éxito, y los más tranquilos manifestaban la vacilación que se experimenta en esos trances. No era entonces Buenos Aires lo que es ahora.
Añadió que, obedeciendo a sus órdenes, había hecho parar la diligencia de Sacramento y ajustado asiento para ambas, hasta San Francisco. La verdad es que el testimonio de Ah-Fe no era de ningún valor legal; sin embargo, nadie le puso tacha alguna. Incluso los que más dudaban de la veracidad pagana, reconocieron en este caso la más desinteresada indiferencia por parte del chino.
Los grupos de campesinos, las familias de la ciudad precedidas de su prole, las parejas de soldados, se consultaban y dudaban al avanzar una mano sobre la pileta con cierta vacilación. Al fin tocaban el trapo viviente del fondo, la carne gelatinosa del pez-torpedo, recibiendo una serie de descargas eléctricas que les hacían soltar la presa, riendo y llevándose la otra mano al brazo sacudido.
Palabra del Dia
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