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Actualizado: 24 de julio de 2025
Si hubiese robado a doña Sol de Quiñones, y a despecho de la Reina y de todo el mundo, la tuviese a bordo, el caso, aunque pecaminoso, sería digno de él; pero llevar a donna Olimpia, que lo mismo se hubiera ido acaso con otro cualquiera, era triunfo tan miserable, que, en vez de lisonjear su amor propio, le lastimaba y abatía.
Era tal afición, que Pedro Aretino, autor de la preciosa historia de La p... errante, pensó con insistencia en tomar a donna Olimpia por modelo, para dotar su historia de una segunda parte más variada y peregrina.
Hasta el indisputable mérito de donna Olimpia, su talento, su belleza y la fuerza misteriosa que había en todo su ser para dominar y cautivar a cuantos la veían y trataban, si bien complacían a Morsamor cuando pensaba que era suyo aquel tesoro, le ofendían más a menudo al considerar que su brillo atraía las miradas, la voluntad y la admiración de las gentes, y a él le dejaba obscurecido y como eclipsado.
Así es que mientras el pobre pescador ofrecía a sus humildes y piadosos amigos el grande y augusto espectáculo de la santa muerte del cristiano, su hija daba al público de Madrid, frenéticamente entusiasmado, el de una prima donna sin una gota de sangre italiana en las venas, y que eclipsaba ya en el ejercicio de su arte al mismo gran Tenorini.
Interpelado así bruscamente, contestó Miguel de Zuheros: Déjate de eso ahora. En asuntos más graves debemos ocuparnos y más gloriosas empresas nos conviene acometer. Dime, sin embargo, pues no te niego que soy curioso, algo más que sepas de donna Olimpia. Poco más puedo contarte. Si hemos de creer lo que ella refiere, no ha habido, en lo que va de siglo, mujer más victoriosa.
A este fin, enviaron por delante, para que lo tuviesen todo dispuesto y los aguardasen nada menos que a donna Olimpia de Belfiore y a su compañera Teletusa. Ambas, se comprometieron con gusto y fueron a esta excursión. Donna Olimpia era muy singular mujer por todos estilos.
Y como allí viesen a donna Olimpia y a Teletusa, se maravillaron y embelesaron, dándose a propalar entre sus compatricios que en la nave europea había, no dos mujeres bonitas, sino dos péris o dos huríes.
De este látigo se valió, pues, el rey David, incitado por donna Olimpia, para infundir recato y compostura a sus cortesanos y hasta a las princesas de la real familia en una de aquellas orgías endemoniadas.
En cuanto al valor, no quisiera más que un regimiento de granaderos por ese estilo, para asaltar a Numancia o Zaragoza. Contaré a ustedes lo que ha pasado dijo entonces uno de los concurrentes . Cuando llegó, hace tres meses, esta compañía italiana, nuestra prima donna futura tomó por temporada uno de los palcos más próximos al tablado.
La voz era, cascada y la pronunciación lenta, fatigosa, como si estuviera aplaudiendo en su palco del teatro Real los trinos de una prima donna. Don Rosendo se apresuró a darle noticias de la romería. Le mostró con la mano el cerro de la ermita, que se veía a lo lejos.
Palabra del Dia
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