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Todo lo dice al revés, y el otro día me sostenía que doña Desdémona es una mujer hermosa. Me parece que si seguimos por ese camino, tendré que traerme acá la vara...». No afectaron a Fortunata estas bromas. Observábala él con atención seria, notando que una idea muy siniestra y tenaz la dominaba, y que no era fácil quitársela de la cabeza.

Se daba cuenta del alcance de esta caricia: un simple beso de gratitud, un arrebato de madre que expresa sus sentimientos con excesiva vehemencia. A pesar de esto, la turbación que le dominaba, cruel y voluptuosa á la vez, le impulsó á abrir los brazos para abarcar y apropiarse lo que tenía á su alcance... Pero sus manos ávidas se perdieron en el vacío.

Apenas si cenaron, y antes de las nueve ya estaban todos en la cama. Batiste sentíase mejor de su herida. El peso en el hombro había disminuido; ya no le dominaba la fiebre; pero ahora le atormentaba un dolor extraño en el corazón.

La felicidad se asentaba en él, pero dominaba una gravedad infantil en todo su aspecto una luz contemplativa en sus grises y redondos ojos que alguna vez pusieron a Edmundo en grave inquietud. Era muy dócil y apacible.

Dawson estaba ya de vuelta en la mansión de la plaza Grosvenor, cuando un día, a eso de las doce, Glave hizo pasar a mi presencia a Carter. Conocí por su semblante la agitación que lo dominaba, y apenas entró, después de saludarme respetuosamente, exclamó: ¡He conseguido descubrir la dirección de la señorita Mabel, señor!

Una infamia, una alevosía, un crimen sin ejemplo exclamé no pudiendo contener la cólera que me dominaba. ¿Qué te parece la Inesita?... Buena pieza en verdad... Ese inglés de los demonios, ese monstruo que nos ha enviado aquí la Gran Bretaña es el ser más odioso, más abominable que existe en la tierra.

Magdalena, dechado de elegancia y distinción, apoyábase en su novio y éste, radiante de felicidad, olvidándose de los espectadores, del bullicio del baile, del ritmo de la música, y anegando sus miradas en los ojos entornados de Magdalena, confundiendo con ella su aliento y escuchando los latidos de sus corazones, unidos por misteriosa corriente magnética, sintiose contagiado por la embriaguez que dominaba a su novia y le trastornó el vértigo.

Iba a ser la esposa de Jesucristo y encerrarse para siempre entre cuatro paredes, pasando toda la vida en misterioso coloquio, cuyas dulzuras aun no había gustado por completo. Una gran curiosidad la dominaba, la irritaba en grado indecible.

En estas cavilaciones hubiera persistido largo tiempo Rafaela sin atreverse a despedir a Arturito, a no ser porque ella tenía a veces crisis extrañas en el corazón y en la mente. Religioso fervor la dominaba. Iba a confesarse o tenía largos y piadosos coloquios con el Padre García, su director espiritual.

Reconocí también que hacía mucho tiempo que el amor, si es que existió alguna vez, había desaparecido entre ellos, y que la única idea que dominaba en el pensamiento de ese hombre, era sacar provecho de su unión con ella, abusar y explotarla vilmente, como tantas mujeres ricas y de elevada posición son en este mismo momento víctimas de iguales infortunios en Inglaterra.