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Actualizado: 19 de junio de 2025


Bien era oficial de ejército y tenía una cuarta más de alto, nariz aguileña, mucha fuerza muscular y una cabeza... una cabeza que no le dolía nunca; o bien un paisano pudiente y muy galán, que hablaba por los codos sin turbarse nunca, capaz de echarle una flor a la mujer más arisca, y que estaba en sociedad de mujeres como el pez en el agua.

Ya hemos indicado que el orgullo de doña Luz se velaba y envolvía en el más discreto disimulo; y esto no sólo por prudencia y por interés propio, sino por vivo sentimiento de caridad. Nada le dolía tanto como humillar al prójimo.

Pero el hacerlo sin tentar de algún modo su proyecto, le dolía tanto que permaneció inmóvil, a despecho de la mirada de despedida que aquél le estaba clavando. No me sorprende su generosidad dijo. Su señora hermana me había hecho muchos elogios de su corazón, y veo que no estaba equivocada. Supongo que a nadie más que a mi hermana habrá usted oído hacer elogios de mi corazón.

La venganza que Mochi se reservó para hacer pagar a su discípula la infidelidad espontánea, que él mismo había provocado, pero que le dolía, fue dejarla ver que él lo sabía todo y que el Duque era su mejor amigo y protector. Los regalos que Serafina ocultaba no eran la mitad del provecho que de tales relaciones había sacado la compañía.

Permaneció entre barreras, evitándose toda fatiga hasta que soltasen el otro toro que había de matar. Le dolía la pierna herida por lo mucho que había corrido. Ya no era el mismo: lo reconocía.

Margalida era otra a sus ojos: era una mujer. La transformación le dolía. Creyó que acababa de perder algo, pero se resignó ante la realidad. ¿Y cuántos son? dijo con voz algo apagada. Pepet agitó una mano al mismo tiempo que elevaba los ojos a la bóveda de la torre. ¿Cuántos?... Aún no se sabía con certeza. Lo menos treinta.

La pérdida de su padre la asustó más que la afligió al principio. No lloraba; pasaba el día temblando de frío en una somnolencia poblada de pensamientos disparatados. Sintió un egoísmo horrible lleno de remordimientos. Más que la muerte de su padre le dolía entonces su abandono, que la aterraba. Todo su valor desapareció; se sintió esclava de los demás.

Fortunato levantó la cabeza y sonrió. Hola, ¿eres ? Don Fermín se sentó en un sofá. Estaba un poco mareado; le dolía la cabeza y sentía en las fauces ardor y una sequedad pegajosa; se ahogaba en aquel recinto cerrado y estrecho; el alcohol le había perturbado.

»Pues tampoco labró toda esta triste y larga plegaria en el corazón de aquella mujer. Según ella, la justicia divina, cuando se dejaba sentir, hería en lo más sensible. Por eso me había herido a mi donde tanto me dolía. Sería cierto; pero ni aun así creía yo faltar a ninguna ley divina ni humana implorando lo que imploraba al precio de sufrir yo sola todas las amarguras decretadas para las dos.

El amor, por el cual ella había sacrificado tanto, honra, reposo y bienestar, sólo había sido para el Marqués un episodio, una aventura, un lance más o menos agradable o divertido, entre los muchos de su vida. Esto dolía en extremo y atormentaba a la Condesa.

Palabra del Dia

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