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Actualizado: 2 de octubre de 2025


Con estos dos famosos me enemisto, Que haviendo levantado á la poesia Al buen punto en que está, como se ha visto: Quieren con perezosa tirania Alzarse como dicen á su mano Con la ciencia que á ser divinos guia. Por el solio de Apolo soberano Juro ... y no digo mas: y ardiendo en ira Se echó á las barbas una y otra mano.

Son los Corridos cuentos en verso sobre sucesos históricos falseados y fantaseados y tragedias amorosas, llenas de sucesos maravillosos mezclados de prodigios divinos y de magia, todo en estilo ampuloso, exagerado, pueril y absurdo en extremo.

«Cierto que te he consolado; cierto que me has pagado; pero no lo hay. Ya sabes que aquí murió el fiar... Pues ; que están unos tiempos divinos... Pero di, quimerilla, ese hombre, ese hombre, ¿en qué piensa que no te da...? Lea usted replicó Isidora alargando la carta con un gesto y tono que se usan mucho en los dramas. ¡Oh!, no; ya sabes que me estorba lo negro.

En que se sabe quién era el incógnito amante de doña Guiomar. Trémula la mano, alborotado el corazón, encendido el bello semblante y turbados los divinos ojos, doña Guiomar abrió la puerta del cuarto, y dijo con la voz tan turbada que apenas si se la oía: ¡Eh, caballero, salid si os place, yo os lo ruego!

Aun en esa misma coleccion enorme de Historias de Filipinas, mas ó menos largas, mas ó menos cargadas de sucesos maravillosos y de relatos de castigos divinos, la cuestion etnográfica es ligeramente tocada por los autores cuya ocupacion predilecta ha sido el relato de los sucesos politico-religiosos.

En su puño se veía, y se vería por largo tiempo, la señal causada por el brazalete de vergüenza. Todos los horrores de su infamante vida se presentaron á su imaginación y acudió á su memoria la imagen del capellán que le exhortaba á la resignación en memoria de los sufrimientos divinos. Entonces no esperaba que cambiase su destino.

Pero qué puede la humana potencia contra los edictos divinos? De los mismos fundamentos del Templo, que con tanto conato quería restaurar Juliano a los Judíos, brollaban venas de fuego, que abrasaban los instrumentos y las manos que los regían y en fin hubo de rendirse todo el poder coronado al decreto divino, sin que pudiera levantarse en figura de Templo, lo que Dios quería en señas de ruínas.

Víctor Hugo es mi dios... dijo de pronto Ojeda interrumpiendo su murmullo poético, como si no pudiese contener más tiempo esta declaración . Y Beethoven también lo es. Ella le miró con ojos suplicantes, implorando una palabra que podía unirlos con un nuevo afecto. ¿Y Wagner?... Fernando vaciló. No tenía la serenidad olímpica, la majestad simple de los divinos.

Palabra del Dia

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